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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

miércoles, 28 de octubre de 2015

haloween con evil dead

Otra vez una película es la fuente de una serie. “Ash vs. Evil Dead”, que el canal de cable Starz estrenará el próximo sábado 31 de octubre, a modo de celebración de Halloween, es de algún modo la continuación de la saga “Evil Dead”, las cuatro películas que Sam Raimi (director de “El hombre araña”) dirigió entre 1981 y 1992 y que tuvo como protagonista a Bruce Campbell como el cazador de monstruos Ash Williams, un muchacho atrapado en una cabaña junto con su novia y cinco amigos en un bosque en el que un libro de los muertos sumerio despertó demonios espantosos.
Bien, pasaron 30 años, Ash es un cincuentón manco (debió cortarse la mano posesa y adaptó al muñón una motosierra en la segunda película de la saga, en 1987) que se pasó tres décadas escondiéndose de sus propios demonios; un macho denso, torpe, infantil, renegado, lo que en inglés suele caber en el término “badass”.
La serie recrea el clima de terror y diversión de la película, aunque el personaje mismo del envejecido Ash le agrega más aire de comedia que incluye detalles “gore” (chorros de sangre oscura y violencia insensata), acaso continuando el camino abierto por la remake que hizo en 2013 el director uruguayo Fede Álvarez de la película de 1981.
En una entrevista publicada por Entertainment Weekly Campbell describió su personaje: “Ash padece la culpa del sobreviviente. Es un veterano de guerra. Continúa siendo un sabelotodo con una conversación chatarra aunque no sabe nada. Es el último antihéroe. Es la clase de idiota que desearías tener al lado si vas a una batalla porque va a entregarse si debe hacerlo”.
La serie tendrá en cuenta las historias de “Evil Dead” y “Evil Dead II” (1987), pero acaso ignora los sucesos desarrollados en “Army of Darkness” (“Ejército de las tinieblas”, 1992). En la historia para televisión, Ash Williams vive en un parque de casas rodantes, tiene un empleo en un supermercado y bebe para mitigar el dolor tras la experiencia de la muerte de su novia –a quien, posesa, debió matar a hachazos en la primera película– y sus amigos en la cabaña del bosque. También conserva en un casillero de su casa rodante el libro de los muertos que reviviera los demonios en el pasado. No hacen falta más que un par de palabras al azar para que los muertos vuelvan a levantarse y para que Ash tenga que calzarse otra vez la motosierra en el brazo manco.
Con los posesos ya deambulando por la calle, Ash debe asociarse con su compañero de trabajo Pablo Simón Bolívar (interpretado por Ray Santiago), en apariencia un hondureño inocente cuyo tío chamán parece haberlo preparado para estas circunstancias. También es de la partida la joven Kelly (que protagoniza Dana Delorenzo), quien es el gran metejón de Pablo.
Parte de las novedades de la serie –que tendrá diez episodios en 2015– con respecto a la película es la presencia de Lucy Lawless, quien interpreta a la misteriosa y vengadora Ruby, quien quiere saber por qué los muertos vivientes retornan y qué tiene que ver con ello Ash, que estuvo largos años fuera del radar.

martes, 20 de octubre de 2015

dos libros póstumos

En diciembre de 2004 Edgardo Zotto le contaba a Osvaldo Aguirre, en una entrevista publicada en el suplemento Señales, que había dejado al política, en 1989, para dedicarse a la escritura y para apartarse del menemismo, que había copado la escena. Hasta entonces había pasado por varios cargos en el gobierno de Víctor Reviglio: subsecretario de gobierno, de Seguridad Social, secretario de Seguridad Pública y ministro de Gobierno. Fue el funcionario que puso la cara ante la prensa cuando Rosario vivió los saqueos de 1989.
“Escribo desde muy chico, pero como una cosa secreta, clandestina”, decía en esa entrevista. Su primer libro, Memoria de Funes, apareció en 1998: el título es un juego para lectores en el que se mezcla aquél conocido cuento, “Funes el memorioso”, y los recuerdos de la quinta que Zotto tenía en Funes. Desde entonces y hasta su muerte publicó media docena de libros, todos de una poesía breve, alusiva e introspectiva, en la que un detalle íntimo es capaz de iluminar una esquina, una calle, una ciudad.
Edgardo murió a fines de 2014. El año anterior una dolencia que apareció súbitamente le quitó días de su memoria y a partir de entonces se abocó a la tarea de completar sus libros de poesía. Culminó Lo que sé del fuego, que en 2014 salió publicado en Mansalva y Mayo del 68 y Diario del regreso, que la editorial Iván Rosado publicó de forma póstuma este año y en los que colaboraron, respectivamente, Osvaldo Aguirre y Sonia Scarabelli.

“Tengo veinte años,/ mi padre está muriéndose”, comienza el poema “Mayo del 68”, que a su vez da título al último libro que Zotto concluyó en vida. No es una casualidad que un hombre que tuvo una vida pública vinculada a la política titule su libro con esa ambigüedad: el descomunal acontecimiento que llamamos Mayo del 68 –con su epicentro en Francia y ecos occidentales– se disuelve en esa escena íntima en la que el joven del poema acompaña a su padre en su lecho de muerte.
Los poemas de Mayo del 68 recuperan la memoria personal de la familia, desde el abuelo que lee las cartas que llegan de Italia a los paisanos analfabetos a los juegos de juventud en las calles del barrio en la zona sur de Rosario. Mezclado con lecturas e influencias que llegarían con la madurez, como la del poeta Aldo Oliva, a partir de cuyo encuentro rememora a un tío y, a partir de allí, anota una línea que podría leerse como el ars poetica de Zotto: “Una infancia ardua/ que sólo el tiempo fue capaz de embellecer”.
Diario del regreso, en cambio, es un libro que Zotto escribió en paralelo a Mayo, según lo relata Sonia Scarabelli, quien ordenó los poemas del volumen. Muchos de esos poemas fueron escritos en un cuaderno espiral de tapas azules que una de las hijas le llevó a Zotto durante su primera internación. Por eso el poeta había agrupado esos textos bajo el título Diario del colapso.
Cierto, la circunstancia ominosa que trae el título –es el regreso de la internación, es el intermezzo entre una vuelta y la partida sin regreso– ilumina estos textos con una luz cenital, así los poemas se leen también en la sombra que proyectan.
El texto que acompaña la contratapa está firmado por Diana Bellessi y recuerda el único encuentro con Zotto, al que abrazó con la amistad que ahora perdura en la poesía. Tampoco es casualidad: Bellessi es quien nos enseñó a rezar junto a un lecho de muerte en La edad dorada. Hay un esbozo de gracia y piedad que Zotto ensaya con recursos mínimos y totales. Leemos en “Gloria”: “La noche laica,/ devota de la Virgen de Fátima,/ que Viene del Fisherton pobre,/ lee y, muy alta la madrugada,/ me dice: ‘Duerma, Edgardo,/ sólo tiene/ que cerrar los ojos y dormir’./ Le digo: ‘Lo hago,/ pero no me duermo’./ ‘Pídale a Dios’, me dice./ ‘No me contesta’, digo./ ‘Él no habla, obra’, dice./ Y me duermo.”
En el poema final que da título a su libro “Lo que sé del fuego”, Zotto anotaba: “y acá estamos otra vez/ asombrados de esta proximidad”. La poesía de Zotto explora esa sabiduría: la del permanecer cercano.
Diario del regreso y Mayo del 68 se presentan este sábado (24 de octubre) a las 19 en Club Editorial Río Paraná, en Catamarca 1427 local 9.

viernes, 2 de octubre de 2015

bandido

Supongamos una inclinación casi patológica por las series de televisión que de repente quisiera extender sus intereses al terreno del arte. ¿Qué artista elegiría? Debería ser un artista “total”, como lo fueron los artistas del cine de los años 30 y 40, un artista que no solo ofreciera una obra serial, sino que su desborde se notara en las música, en los relatos, en cierto movimiento, es decir, un artista que trabajara con el tiempo.

Ese artista existe en Rosario y se llama Daniel García. No sólo es uno de los principales artistas de la ciudad, también es uno de los más prominentes del país.
García trabaja en eso que llamamos “arte”, también es autor de un libro formidable que tiene como punto de partida el gato Félix (Un gato que camina solo, editorial Iván Rosado, Rosario, 2013); de cuatro discos que pueden escucharse en dgmusica.bandcamp.com (de cuyos temas a su vez hizo videos que pueden verse en su canal de Vimeo); de tapas de libros de ficción, de ensayo, de crítica, de teoría, de la editorial Beatriz Viterbo y de una obra que despliega en dibujos, acrílicos, óleos, videos, y tiene como punto de partida figuras de la cultura pop (Betty Boop, el Pac Man, el realismo socialista) y de la alta pintura del siglo XX (Max Beckmann, Luc Tuymans, etcétera).

Para el trabajo “Sirenas”, que aparece en este video y fue mostrado hace dos años en Rosario, Daniel García utilizó, “alterándolas, fotos de rostros femeninos. Fotos de arrestos policiales de Estados Unidos que se publican en Internet (mugshots), seleccionadas por la calidad de imagen y por el pathos sobreimpreso en el rostro. Son claramente la presencia de una ausencia, y, con una angustia similar a aquella de Ulises ante la sombra de su madre, nos llevan a reclamar el cuerpo”, escribe García, y sigue: “En las fotos, en el video, solo podemos ver los rostros, pero en ellos mismos ya está la “monstruosidad”, la hibridez: para que no fueran identificables utilicé partes de distintos registros fotográficos para componerlos. Aunque probablemente la monstruosidad preexistiese, tal vez todo rostro que nos fascina es una cabeza de Medusa”.
Este sábado 3 de septiembre a las 19 en Embrujo, el local de la artista Virginia Negri en galería Dominicis, de Corrientes y Catamarca, García presenta “Bandido”, un libro que reúne textos suyos y ajenos a propósito de muestras que realizó entre 2009 y 2013.
El título del libro (un maravilloso volumen que realizaron Ana Wandzik y Maximiliano Masuelli, el matrimonio editor de la editorial Iván Rosado), refiere a una pintura que Daniel García hizo en 2002, cuando Argentina vivía aún los ecos del cimbronazo de la devastación de 2001. Según el mismo artista: “Esta figura, con su rostro parcialmente cubierto por un pañuelo, era el resultado del ‘robo’ de una imagen representada en un dibujito del artista japonés Yoshitomo Nara fusionada con las imágenes cotidianas de los piqueteros”.

Imperio from Daniel García on Vimeo.

Video realizado con imágenes de libre acceso en Google Images para el tema “Imperio” del álbum “Imperio”, que García, sin ser músico, realizó con el programa Adobe Audition y tras recopilar bases, sonidos de catálogos y materiales recogidos de internet.

Esa figura viene a sintetizar también algunas de las preocupaciones éticas y estéticas más recurrentes de García: desde su mirada más política sobre la exclusión y los excluidos hasta su opción por un arte figurativo en momentos en que en la pintura y el arte se glorifican la conceptualidad, lo abstracto y la instalación; incluso, la elección del término “bandido” –que proviene del bando emitido por la autoridad que ponía precio a la cabeza de un fugitivo–, como nota la curadora Lara Marmor en el texto que funciona como prólogo del libro, es un anacronismo.
Si hace falta aclararlo, García es un artista de renombre internacional (ver acá su CV), este nuevo libro suyo es, según él mismo lo dice con cierta humildad, la oportunidad de recuperar textos e imágenes de catálogos que los amantes del arte y los coleccionistas extrañan pero, para el vulgo, como los que escribimos estas líneas, es también la oportunidad de mirar por el ojo de la cerradura ese mundo inquietante en el que una imagen nos enseña un sendero que la siguiente bifurca.
Decíamos que García puede apreciarse como un artista serial. Claro, su estilo (y “estilo” es un motivo frecuente entre sus reflexiones escritas en el libro “Bandido”) es una trampa: cuando nos enseña un viejo póster chino con la imagen de un robot que conquistaría la luna, o una chica ligera que posa exhibiendo sus curvas; cuando nos muestra la figura geométrica de un piquetero de pelo negro y rostro semioculto tras el pañuelo triangular, nos está mostrando las distintas formas con las que el tiempo nos hace saber la caducidad de los horizontes y las utopías con las que habitamos cada época.

Como en “Sirenas”, García creó “Fantasmas”, un video compuesto por una secuencia de fotografías de rostros provenientes de archivos policiales. Entre ellos hay grandes criminales, ladrones de poca monta, simples infractores y también víctimas. Incluso, el rostro del mismo artista.