socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 28 de enero de 2014

dos anotaciones musicales

1. Salvo rarísimas excepciones, los hijos de los amigos han resultado tan o más encantadores que los amigos. Así, fui hace un par de semanas a Roldán a cenar a casa de un entrañable amigote de principios de los 80 y me sorprendió que la playlist de esos gurrumines que tienen entre 21 y 16 años incluía temas tan variopintos como el blues negro y eléctrico de Howling Wolf a la percusión pop de Cerrone, del moderno Miike Snow a The Chemical Brothers, o cosas de los 70-80 que me pusieron la piel de gallina, como "China Grove" de los gloriosos Doobie Brothers.
China Grove by The Doobie Brothers on Grooveshark
Pregunté cómo habían llegado a esa selección y la respuesta fue un nuevo y fabuloso hallazgo. Se trataba del soundtrack de una de las versiones del GTA (Grand Theft Auto, el videojuego). Una prueba más de que "nada que valga la pena aprender puede ser enseñado", como decía Oscar Wilde; o sea: aprender es un deseo.
Imagen tomada de Giga.

2. Esta tarde, al enterarme de la muerte de Pete Seeger, me puse a buscar en el sitio de la Cuarta Internacional lo que mal recordaba como una entrevista a Seeger de David Walsh. Pero no,  debe haber sido la conversación con Dave Van Ronk sobre los años en que se incorporó la guitarra eléctrica al folk y las anécdotas de Seeger sobre el asunto (y, claro, la interesantísima discusión acerca de la filiación política de Seeger). Bien, pero lo que trajo esa busca fue tan interesante como la mera mención de Seeger: Ani DiFranco, según una nota que le hace Jeff Lusanne por su tema "Which side are you on?", en el que declara: "A little socialism do not scares me a bit!"
Pete Seeger. Imagen tomada de la NPR.

En Grooveshark encontré casi todos los discos de DiFranco: encantadores. Acá una playlist hecha a las disparadas:
Ani DiFranco by Napoleón Zoilo on Grooveshark

lo que hay que saber del fuego

La editorial Mansalva acaba de publicar Lo que sé del fuego, un hermosísimo libro de poemas de Edgardo Zotto para el que él mismo me pidió que escribiera el texto de contratapa.
Lo publico acá, entero, sin olvidar los enlaces a las notas 'guías" que en su momento escribieron sobre Edgardo, entre otros, Osvaldo Aguirre, Carlos Battilana y Beatriz Vignoli

«No resultaría difícil enumerar los materiales con los que Edgardo Zotto construyó los poemas de Lo que sé del fuego: las mañanas en las que resplandece el día, los pájaros que se agitan en el aire, la lluvia, el río, el agua que corre; un tucán que come elegantemente de la mesa a la que está sentada una pareja, los viajes, los objetos que con su silencio interpelan el silencio del poeta. La forma, en cambio, en que esos materiales dibujan un argumento poético –para usar la distinción de Wallace Stevens–, ya es otra cosa; en principio, una cifra: el modo en que el autor va al encuentro de una conciencia y la comunica.
«Digamos que esa comunicación sucede, como Zotto nos lo hacía saber en Impluvium (2004) “Del paisaje a la página”. Lo que cada poema nos dice es también lo que calla. Calla en el paisaje y, al violentarlo y hacerlo ingresar en la palabra, lo hace callar en la página.
«Con figuras discretas (el oxímoron que reza “vértigo tranquilo”), acercándose con la mirada (“la línea de un resplandor”, “mirar sin esperar”, señala), con el recuerdo de otra escena (“avanza, sale del recuerdo”, escribe), el poeta despliega una serie de artilugios que repiten un rito como un ademán: constatar que allí donde hay silencio refulge un misterio de la misma naturaleza que el de la poesía. El detalle no es menor, porque ese ir a la busca de una iluminación en el mismo momento en que la luz se extingue vuelve a los poemas de Zotto una rareza o, mejor, una anacronía: fuera del tiempo, su voz aparece cuando parecía ausente. Reitera entonces el movimiento de sus “Restos de una civilización personal”: “Todo cae, todo vuelve a caer/ al pozo sin fondo / de su memoria inútil”.
«También acá, en este Lo que sé del fuego, el saber y el aprendizaje, lo útil y lo inútil, la memoria y el olvido son el peso y el contrapeso de esta suerte de vaivén poético con el que Zotto elige caminar a tientas. “Voy a seguir construyendo/ esos objetos/ que nadie necesita”, declara; “Duda de perderse en la ciudad/ como en un bosque,/ sin más aprendizajes”, había declarado en otro libro.
«En el poema final que da título a este libro, el poeta anota: “y acá estamos otra vez/ asombrados de esta proximidad”. Es decir: permanecer cercano es todo el saber que Zotto va a permitirse. Lo que sé del fuego retoma los retazos de autobiografía que ensayabaRestos de una civilización personal o Memoria de Funes, y nos fascina menos por lo autobiográfico que por las reliquias que encuentra en esos restos.»

detective de la verdad

La verdad, recién me entero de que Matthew McConaughey era el muchacho que se robaba a la chica en "Walkaway Joe", el video de Trisha Yearwood de principios de los 90. Confirma ese lugar de descarriado con cierto encanto, sospechoso a los ojos "maduros", formales, que McConaughey parece encarnar, tal como Robert Mitchum (en el Diccionario de Eduardo Russo) viene a ofrecernos siempre el rol de "el opositor".
Imagen tomada de Film-Book.

Bien, McConaughey es el detective Rusty Cohle (sí, "rusty") en la serie True Detective, que HBO estrenó hace poco menos de tres semanas, al que sus compañeros llaman "The Taxman", porque igual que los cobradores de impuestos anda con un cuaderno de contabilidad donde anota los detalles de los crímenes que investiga como policía de Louisiana. Y, como la gente que hace esta serie entiende que la belleza de las formas es siempre superior a la sordidez de la trama, nos traen para nuestra felicidad a un compañero de aventuras de Rusty Cohle que no es otro que Woody Harrelson.
Cómo una serie llega a tener un nombre tan horrible es acaso un misterio que debe resolver el idioma. Tal vez para un angloparlante Martín Fierro o Don Segundo Sombra suenen tan estúpidos como Ray Donovan o True Detective. Sin embargo, las dos series hacen caso omiso de esta contrariedad. Es más, a poco de meternos en la serie, lo de "detective de la verdad", o "verdadero", comienza a cobrar significado: lo que se juega acá es menos el trabajo policial, detectivesco, que una "verdad", es decir, eso con lo que confrontar el sentido: de un trabajo, una existencia, un lugar (y el sur profundo al que la serie apunta es, desde luego, todo un lugar en sus múltiples proyecciones).
Empecemos por el principio: True Detective comienza en 1995, cuando Cohle y Martin "Marty" Hart (Harrelson) investigan lo que a todas luces se muestra como un asesinato ritual y serial en Louisiana. Señalemos: Cohle es de Texas, aunque creció en Alaska –Cohle es el nowhere man: perdió a su hija pequeña, luego perdió su matrimonio–; Texas es, en esta serie, lo que siempre fue en el cine, el lugar del que no se sale, el no-lugar, lo que nuestro crítico de cabecera llamó lo dixie del cine. Pero True Detective transcurre en la actualidad, cuando Cohle y Hart son entrevistados por otros detectives que quieren saber qué pasó, porque el asesino atrapado en los 90 parece haber reaparecido.
Como llevo vistos apenas poco más de dos episodios, y como en esos episodios lo central es la figura de Cohle (McConaughey, sobre quien el guión nos señala toda suerte de desvíos), no me queda otra que pensar que True Detective trata sobre esa suerte de "extranjería" interna que el sur representa para cierta visión de los Estados Unidos: "Soy policía, puedo hacer toda clase de cosas horribles a la gente", dice Cohle-McConaughey en una escena del segundo episodio. Eso, que formulado en esos términos aparece como una opción, va transformándose en una de las opciones del héroe, a juzgar por lo que vemos de ese pasado inicial (iniciático) y el presente en el que un decadente Cohle declara ante los nuevos detectives de una causa que nunca termina –el mismo Cohle dirá a su compañero, en los lejanos 90s, que las cosas nunca terminan. 
Así, lo que True Detective parece traernos es, como lo señala la crítica del Huffington Post, una mezcla de las preocupaciones actuales sobre el estado del mundo, desde Top of the Lake a The Fall; de The Killing a Rectify: ¿cómo es posible resolver un crimen que despliega su fuerza maligna en la comunidad cuando todos los interrogantes son personales? O, en otras palabras, ¿cómo hacerlo cuando ya no hay héroes?
Bueno, y si se necesita un clima, la música es una edición de T-Bone Burnett.
La seguimos.


martes, 14 de enero de 2014

rosario b-side

Ojo Francés, imagen cedida por Diego Giordano.

Había escrito en un montón de lugares antes de ingresar al diario El Ciudadano (el enlace lleva a algunos artículos de Cultura de ese diario ya desaparecido en este blog, porque a los consecutivos "dueños" y jefes de contenido de ese medio les importó muy poco conservar on line lo publicado), pero nunca había estado en una redacción. El día de julio o agosto de 1998, cuando debí pasar la prueba con una crónica cultural para ingresa a El Ciudadano (gracias a una intervención de mi querido amigo Jorge Liporace), me fui hasta el CCPE a presenciar una proyección de videos filoecologistas o algo así. Recién un par de días después me enteraría de que la misma prueba había sido propuesta a Diego Giordano, con quien compartí ese día, hace como 14 años, los materiales y la información sobre el asunto (internet, hay que aclararlo, era algo incipiente en esos días). Recuerdo perfectamente que entonces Diego me dijo que lo que le interesaba era escribir sobre música y, en particular, sobre rock argentino. También recuerdo que su plan me pareció, al menos, disparatado para la pequeñez que en ese tiempo representaba para mí esa porción del rock.
Hará poco más de una semana Diego (con quien compartí en estos años mucho más de lo que imaginé en un primer momento) me pasó Inédito, publicado por la editorial de mi amiga Lila Siegrist. Su lectura, de la que no pude despegarme por unas dos horas, hasta terminarlo, me recordó con felicidad cosas que conversamos pero, sobre todo, me recordó aquél período de los 80 en los que era difícil imaginar cualquier tipo de música por fuera de los cánones de lo que se hacía en Rosario entre 1982 y 1984.
Gato Fritz, imagen cedida por Diego Giordano.

Diego toma como paradigma cierto éxito que tuvieron entonces grupos como Identikit y Graffiti para dedicarse a analizar los grupos que no llegaron a grabar un primer disco en esos años en los que la influencia de la Trova Rosarina era decisiva. Logra, en sus charlas con músicos de la época, que alguien diga que "la Trova fue un accidente" (en el que colaboraron Malvinas y la democracia recién recuperada). Describe (ya no podría decir si a propósito o no) el vacío y la llana aspiración de los músicos de ese período quienes, textual de alguno de los testimonios, copiaban a Soda Stereo porque más difícil resultaba copiar a los grupos pop ingleses que apenas si sobrevivieron a su época. Mencionan también estos protagonistas (los de uno de los momento más pobres de la música popular del país) que en esos días había que estar en los peores programas de radio jamás imaginados, entre ellos, Sensaciones, para ser difundidos.
Poxi Beat, imagen cedida por Diego Giordano.

Eran los días en que funcionaba la copia (de nuevo, recuerdo la frase de Eugenio D'Ors: "Lo que no es tradición, es plagio"), lo que hoy es "el diseño", ese batifondo que dibuja la época a costa de acallar lo que hay para escuchar en ella. Se copiaba a Soda Stereo, se copiaba a Zas, se quería copiar a los ingleses. (Me acuerdo que por esos días, en las bateas de las disquerías de peatonal Córdoba o San Martín, o en una Tal Cual de calle San Luis, siempre se conseguían en oferta vinilos de Tom Tom Club, de The Smiths, hasta de Lynyrd Skynyrd o Molly Hatchet). 
Lo que Diego hace es maravilloso: con una breves pinceladas que abrevan en distontas historias del rock vernáculo, nos introduce en esos años en los que la buena nueva del rock había estado atravesada primero por los intententos de la dictadura de manipular el asunto en pos de un movimiento pro Malvinas; luego, el despegue del negocio para los crápulas de las discográficas y, por último, la crisis de la última parte del gobierno de Alfonsín, cuando la economía desbarrancaba. A partir de allí tenemos las voces de los protagonistas. Con ese estilo casi "neutro" que permite el periodismo, la escritura de Diego deja sobre el llano el vacío de unas propuestas que intentaban marcar una diferencia a partir de categorías hoy casi estúpidas: bailable-no bailable, pop-rock sinfónico, y así. Sus entrevistados le dicen que querían sonar como Duran Duran, The Police o The Smiths en los años en que la tradición (lo que escribe mientras uno se dedica a saldar las deudas inmediatas del gusto y la apatía) había sido cooptada por la Trova, es decir, los años en que la Trova no sólo puso en duda la tradición que conocían, sino que la redujeron a un pastiche de mensajes, escalas sinfónicas y fraseos vocales de alta gama; es decir, un repertorio que hoy podría solucionar una playlist y el Correo Argentino. 
La música de Rosario, que no existió –por fuera de ciertas figuras y ciertos hits, claro está– hasta después de una década casi, cuando llegaron los Punto G, Mortadela Rancia, Degradé (entre lo poco que conozco y puedo citar) y, más adelante Aguas Tónicas o Juani (tras los años de Planeta X) definió en los 80 su condena y lo hizo a través de la conversión de la música en un producto de diseño y de mercado. Nadie, absolutamente nadie en Inédito habla de música salvo Diego. Incluso en los casos en los que alguno de los entrevistados muestra sus habilidades como lector, cita una literatura vasta y ajena –poetas franceses de fines del siglo XIX que estuvieron de moda en los 80.
La música, parece venir a señalarnos este fresco de época que he tomado –y esto es acaso un defecto mío– como documento de esos años, sólo comprometió a músicos que funcionaban como "técnicos", ejecutantes de un repertorio preclasificado de géneros y ritmos: no hubo, al parecer, quien pensara cómo librarse de la Trova por fuera de las zonzas categorías bailable-depresivo; no hubo, como podría ser el caso de Juani Favre, quien pensara la canción en relación con la lengua y la extranjería de las influencias.

viernes, 10 de enero de 2014

una riqueza bastante obscena




Álvaro Torriglia comenzó a trabajar en la sección de Economía del diario La Capital de Rosario en 1995. Poco menos de diez años después, alrededor de 2003, quedó al frente y con ello se hizo cargo del suplemento del matutino. Sereno, con una libreta y un bolígrafo en la mano, su presencia en conferencias que reúnen a varios periodistas de economía es siempre una guía. Sus columnas, que a veces no firma, son a la vez un mapa de lo que sucede en la ciudad y la región en materia de economía política. Esta entrevista fue publicada en Cruz del Sur.
—¿Qué cosas cambiaron en la economía, a grandes rasgos y en general, en esta década?
—Atravesamos todo el período de crisis de 1999 hasta mediados de 2002, cuando las cosas comenzaron a cambiar. Creo que tatar de entender la naturaleza y el desarrollo de esa crisis fue la clave para intentar comprender lo que ocurrió en la década posterior. La posconvertibilidad es hija de la devaluación, el default y el reacomodamiento político de las variables económicas luego de esos acontecimientos. En términos económicos, diría que el relato oficial, deflactado de su propia exageración, da una idea aproximada de lo que significó ese ciclo. Un piso más alto para las condiciones sociales y económicas respecto de la década anterior. Sobre todo por la centralidad que adquirió el empleo. En términos periodísticos, la agenda y los protagonistas de la agenda cambiaron. La discusión y los acontecimientos vinculados a las noticias económicas se despojaron de la falsa neutralidad de la década anterior y se convirtieron en abiertamente políticos. Las entidades empresarias, los gremios, los actores políticos cobraron relevancia y la agenda se enriqueció en temas y protagonistas.
—¿Y qué cosas cambiaron en particular en Rosario?
—Creo que el mismo proceso descripto anteriormente se dio en Rosario con mucha intensidad. En la región se anticipó la crisis de 2000/2001 y también la recuperación de 2002/2003. Fue escenario del conflicto del campo y de la pelea para defender los empleos durante la crisis de 2009. La burbuja inmobiliaria y la persistencia de una tensa situación social también son características de esta década que tuvieron especial anclaje en la ciudad. La criminalidad económica y la violencia que desata también fueron anticipatorios, al menos en su visibilización pública, de una tendencia nacional. Hoy Rosario es como una ciudad de frontera, como aquellas del siglo XIX, en las que la violencia y la corrupción forman parte del dispositivo de disputa de una riqueza bastante obscena y la reconfiguración del territorio, de espacios, negocios, instituciones y de hasta las mínimas normas de convivencia.
—¿Hay ciertos rasgos que se repiten en el desarrollo económico de Rosario por su vinculación al agro, la exportación de granos, la Bolsa de Comercio? ¿Hubo cambios en esos “patrones” en estos últimos tiempos?
—Los historiadores con formación económica tendrán mayores elementos que yo para decirlo, pero se me ocurre que en los últimos años la economía de la ciudad puso en un nuevo valor las características que la acompañaron en su transformación en ciudad, allá en los tiempos de Urquiza. Puerto, granos, comercio y la industria, innovación y la institucionalidad que surge de la relación entre esos factores. El relato que la ciudad parece haberse dado a sí misma va por ese lado. Por supuesto, la impronta del peronismo y el desarrollismo también se nota en su estructura productiva, en la conformación industrial y en las tensiones sociales que conlleva. Se me ocurre que como característica específica de los últimos años aparece la conformación de un polo de agregación de alto valor a la industria agropecuaria, el desarrollo de un sector de ciencia y tecnología importante, una industria cultural y del turismo relevante y la burbuja inmobiliaria. Por lo que se vio en la crisis de 2008/2009 creo que la creación de un tejido de organizaciones sociales, gremiales y políticas vinculadas a la defensa del empleo tiene las condiciones de convertirse en un actor político importante en la región, aunque esta construcción siempre es más lenta y más frágil que las otras, que en definitiva siguen la ruta del dinero.
—¿Cuáles son los ejes de análisis más frecuentes en tus indagaciones en torno a la economía de la región?
—Muchas veces es la agenda la que lo lleva a uno más que lo que uno puede predecir. Creo que en la regularidad que aparece sobre el carácter anticipatorio de ciertos fenómenos que se dan en la ciudad, respecto del país, hay un tema importante para recorrer. Especialmente a la hora de indagar sobre tendencias en el nivel de actividad, los conflictos distributivos y el impacto en el sistema político. Entiendo que hay una tradición de periodismo económico que ha sabido dar cuenta de la creación de riqueza, sus personajes y sus instituciones en estos últimos años. Opino que incorporar la pregunta sobre la distribución y sus conflictos asociados podría ayudar a dar cuenta del fenómeno por el cual los sueños de prosperidad se transformaron en un pesadilla de violencia.
—¿Sos de fiarte de ciertos pronósticos económicos como los que auguran ciertas consultoras?
—Como en botica, hay de todo. Por supuesto, que detrás de muchos de estos pronosticadores hay toneladas de prejuicios, histeria, operaciones políticas, contradicciones, publicidad y aventurerismo. Más notable es la demanda que tienen. Hay como un circuito económico creado en torno de esa industria del consultor que se mueve casi como una lógica autónoma. Basta ver cómo en algunos congresos empresarios esas presentaciones van acompañadas de una producción artística que los convierten casi en shows de stand up. Es difícil pensar que de alli surjan análisis complejos de los procesos políticos y económicos. Pero los muchachos se hacen sus mangos, la gente los consume como al horóscopo y los suplementos económicos tenemos una página resuelta. Y si alguna predicción se le echa la culpa a “la política, la demagogia y el populismo” o al “viento de cola”.
—¿Cuáles son los economistas que más seguís y por qué?
Sergio Arelovich es al que más seguimos en la sección. Hemos hablado mucho e intentado aprender sobre la economía regional y el mercado de granos del fallecido Rogelio Pontón. Puede ser una gran contradicción porque están en las antípodas ideológicas pero creo que el punto común es la profundidad y el desprejuicio puesto en el abordaje de sus objetos de estudio. Sus puntos de vista, muy firmes, fueron orientados a conocer más y no a oscurecer las cosas. Entre los economistas más mediáticos o de la “city”, creo que Miguel Bein suele predecir escenarios económicos de una forma más ajustada que el resto de sus colegas. Seguro mi ignorancia me impide mencionar economistas muy buenos, que seguro los hay muchos.
—Desde Lavagna a Marcó Del Pont o Kicillof, el gobierno nacional movió muchos funcionarios en el área económica, ¿cuáles de esos cambios te parecen que muestran una fisura o una falla en el plan económico?
—Creo que los cambios de este año vienen a corregir errores fundamentalmente políticos, que surgen de una mala lectura del enorme resultado electoral de octubre de 2011. La idea de que ese resultado blindaba cualquier decisión, cualquier ensayo y cualquier actitud. El gobierno pagó caro decisiones y no decisiones que tienen que ver más con caprichos que con estrategias de gobierno. A grandes rasgos creo que hubo una etapa de reconstitución económica, de la salida del modelo de valorización financiera al nuevo ciclo de la posconvertibilidad, que tiene como Lavagna a referente técnico. Una etapa de avance redistributivo en el ciclo 2009/2010, cuya agenda fue marcada por organizaciones sociales y asumida por la presidenta y por Kirchner, y una etapa de autorrestauración que comenzó con el famoso discurso de la extorsión sindical y luego fue puesta en terreno de disputa por la misma realidad. La crisis energética obligó a estatizar YPF y la fuga de dólares, habilitada como mínimo por la inacción oficial, obligó a transitar el camino de la pesificación. Un camino que hubiera significado un cambio estructural positivo, pero que el gobierno no supo, no quiso o no pudo sostener. Es difícil cuando queda al cuidado de funcionarios que mueren por los audis y por los veraneos en el exterior. Creo que el nuevo gabinete entra en el medio de una disputa distributiva feroz, con resultado abirto pero con mucha probabilidad de ajuste. Un economista heterodoxo respondía hace poco a la pregunta de una periodista de la sección sobre el futuro de la economía, advirtiendo que si no fuera Kicillof el ministro, seguro desde ese espacio económico se estaría denunciando la política económica como un típico ajuste de devaluación para bajar los salarios reales. Creo, igual, que ver la complejidad del tema. Hay un proceso en disputa.
—¿Cuáles fueron a tu entender las medidas más perjudiciales para la economía a nivel nacional y regional durante estos últimos años?
—La financiación con las reservas de la fuga de divisas, la liquidación de los organismos de estadística que dejaron sin elementos mínimos de arbitraje al Estado en la puja por las expectativas económicas, la funcional distracción de todos los niveles de gobierno en la lucha contra el empleo en negro, la falta de decisión para democratizar la actividad sindical, que hubieran elevado las condiciones de trabajo y el salario; la no intervención en el mercado inmobiliario para mejorar el acceso de los trabajadores a la vivienda y frenar la burbuja en el sector, son malas decisiones que ya se están pagando en materia de sobrevivencia del modelo de la posconvertibilidad. Forman parte de una plancha que todos los niveles gubernamentales comenzaron a hacer en el pico del ciclo expansivo.
—Son muchos los que señalan en la clase dirigente empresarial rosarina un afán de lucro superior al de la inversión y el apoyo de ciertas causas: por ejemplo, la falta de fondos privados para obras, cultura, etcétera. ¿Desde tu punto de vista esto es así, el empresariado rosarino difícilmente invierte en otras cosas que no sean el capital?
—Creo que no es muy distinta a cualquier clase empresarial del mundo. Entiendo que el esfuerzo debe estar en fortalecer el poder regulatorio del Estado y la sociedad civil. Fueron saludables en las sucesivas crisis de diciembre los pronunciamientos de entidades empresariales como Fisfe o la AER, alineándose con el sistema político. La última década abrió también un debate político e ideológico muy rico entre los dirigentes empresarios. Que se acaba, por supuesto, cuando empiezan las paritarias.
—Creo que como producto de la hecatombe de 2001 comenzaron a escucharse las voces de economistas que critican el modelo neoliberal, ¿cómo influyó en tu forma de pensar la economía y hacer periodismo económico el 2001?
—Creo que la crisis de 2001 y el proceso de posconvertibilidad abrió la agenda pública a nuevos actores, incluso economistas y nuevos temas. Es una de las cosas más saludables de ese proceso, a pesar de la caricaturización a la que se pretendió someter ese debate con discursos binarios e histéricos, desde distintos lados.
—¿Qué libro, página web, blog recomendarías para que un neófito se entere de cómo funciona la economía?
—No sigo muchos blogs. Leí recientemente la novela histórica, podría decirse, llamada La gran búsqueda, de Sylvia Nasar. Se me ocurre que es una accesible y entretenida forma de entrada a la formación de las ideas económicas, con la simplificación de una novela, claro está, y con un claro alineamiento de la autora en una de esas corrientes. A modo de manual, hay un libro-entrevista a John Kenneth Galbraith sobre macroeconomía, Introducción a la economía, que es muy útil. La lista es inagotable. La colección sobre la historia del capitalismo agrario pampeano de Osvaldo Barsky es imperdible, El imperio de las finanzas, de Julio Sevares, también; así como cualquiera de los libros de Jorge Schvarzer, Eduardo Basualto y/o Martín Schorr. Cuentas pendientes, compilado por Horacio Verbitsky es una buena lectura para estos días.

jueves, 9 de enero de 2014

liberalismo y barbarie

A través de una notificación de la agencia Alai-AmLatina, leo en el blog de Leonardo Boff (clic en el enlace para leer el artículo completo): «Quien escucha las distintas intervenciones del obispo de Roma y actual papa se siente en casa y en América Latina. El Papa no es eurocéntrico, ni romanocéntrico ni mucho menos vaticanocéntrico. Es un pastor “venido del fin del mundo”, de la periferia de la vieja cristiandad europea, decadente y agónica (sólo el 24% de los católicos son europeos); proviene de un cristianismo nuevo que se ha ido elaborando a lo largo de 500 años en América Latina con rostro propio y con su teología”.
Significativa foto en el Telegraph.

Me recuerda el número 17 de Crisis, "La vati-señal", en la que el relato de Francisco es analizado en relación al relato que desplegó el kirchnerismo sobre el país y el mundo (número fallido, ya que sus geniales planteos no logran opacar el discurso de Carlos Pagni en la entrevista principal): el Vaticano reclama su potestad sobre los pobres, al tiempo que todo sistema que quiera sobreponerse a la expansión del poscapitalismo sólo puede reclamar su potestad sobre la pobreza (algo así).
Dice Boff: "El Papa Francisco no ha conocido el capitalismo central y triunfante de Europa sino el capitalismo periférico, subalterno, agregado y socio menor del gran capitalismo mundial. El gran peligro nunca fue el marxismo sino el salvajismo del capitalismo no civilizado. Ese tipo de capitalismo ha generado en nuestro Continente latinoamericano una escandalosa acumulación de riqueza en unos pocos a costa de la exclusión y de la pobreza de las grandes mayorías del pueblo.
"Su discurso es directo, explícito, sin metáforas encubridoras como suele ser el discurso oficial y equilibrista del Vaticano, que pone el acento más en la seguridad y en la equidistancia que en la verdad y en la claridad de la propia posición.
"La posición del Papa Francisco a partir de los pobres excluidos es clarísima: «no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten» esta opción ya «que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres» (Exhortación nº 48). De forma contundente denuncia: «el sistema social y económico es injusto en su raíz» (nº 59); «debemos decir no a una economía de exclusión y de desigualdad social; esta economía mata… el ser humano es considerado, en sí mismo, como un bien de consumo que se puede usar y después tirar; los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (nº 53).
"Además no se puede negar que este tipo formulaciones del Papa Francisco recuerdan el magisterio de los obispos latinoamericanos en Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2005) así como el pensamiento común de la teología de la liberación. Ésta tiene como eje central la opción por los pobres, contra su pobreza y en favor de la vida y de la justicia social.
"Hay una afinidad perceptible con el economista húngaro-norteamericano Karl Polanyi, que  fue el primero en denunciar la “Gran Transformación” (título del libro de 1944) al hacer de la economía de mercado una sociedad de mercado. En esta todo pasa a ser una mercancía, las cosas más sagradas y las más vitales. Todo es objeto de lucro. Tal sociedad se rige estrictamente por la competición, por la prevalencia del individualismo y por la ausencia de cualquier límite. Por eso no respeta nada y crea un caldo de violencia, intrínseca a la forma como ella se construye y funciona, duramente criticada por el Papa Francisco (nº 53). Ella ha tenido un efecto atroz. En palabras del Papa: «ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos» (nº 54). En una palabra, vivimos tiempos de gran inhumanidad, impiedad y crueldad. ¿Podemos considerarnos todavía civilizados, si por civilización entendemos la humanización del ser humano? En verdad, estamos regresando a formas primitivas de barbarie."

viernes, 3 de enero de 2014

la era del frío

Es uno de esos días de pesadilla de aire acondicionado –para usar la frase del célebre novelista norteamericano–: el movimiento en la calle se percibe tras una vacilante cortina de calor. Eduardo Pire llega puntual a la estación de servicio donde quedamos en reunirnos. La barba larga, las bermudas, la camisa Ombú. “No, estuve tomando mate hasta recién”, dice al rechazar el café. Después de apagado el grabador del teléfono nos quedamos charlando un rato y dice que en febrero de 2013 renunció al cargo docente que tuvo durante 30 años en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR. Prefiere no explicar mucho. Pire es ingeniero agrónomo, investigador del Conicet y estuvo al frente de la cátedra de Ecología de aquella facultad. “Yo creo que no madura la sociedad por falta de dirigentes. Y faltan dirigentes porque la universidad falla en la formación ética y profesional  de sus dirigentes”, dice.
Hace unos días encontramos en la web un artículo muy bien fundado, escrito por el ruso Habibullo I. Abdussamatov –que leímos en inglés, el español sigue siendo paupérrimo en ciertos temas que circulan en internet– a propósito de las medidas del diámetro del sol y los cambios que comenzarán en 2014 en el clima global –Abdussamatov escribe a partir de la experiencia en la Estación Espacial, de la que se hicieron cargo los rusos con notable eficiencia. En concreto, el ruso aporta datos que desmienten la teoría del calentamiento global y anuncia una era de frío que se extenderá por unos 22 años. Entonces llamamos a Pire para consultarlo. Tras la entrevista y luego de leer el artículo, en un correo, Pire confirma lo que conversamos: “Con la medición precisa del diámetro del sol (Abdussamatov) «ve» cuanto nos emite y vamos para el frío extremo a mediados de este siglo, como él dice”.
En ese día tórrido es imposible casi imaginar el frío. Pire dice que en su actividad privada ha diseñado productos para compañías de seguro pero también ha acudido a esas compañías para que sus empresarios financien el boyado del Atlántico sur: con los datos que recogen las boyas de profundidad es posible tener mejores predicciones, lo que a la larga beneficiaría a las mismas aseguradoras. “Nadie quiere poner un peso”, concluye Pire, y agrega: “Acá, salvo Luis Blotta, hay muy poca gente que sepa de clima. El serviciometeorológico estuvo siempre a cargo de la Fuerza Aérea, que de lo único que se preocupaba era de saber cómo estaba el viento en los aeropuertos. Esto no tiene inversiones y vivimos de lo que llueve, porque sin lluvia nos morimos de hambre, entonces es una locura que no se hayan hecho las inversiones correspondientes”.
Imagen 45° aniversario de la "salida de la Tierra" en el sitio de la ISS.

—¿Es muy difícil pronosticar el clima?
—El clima regional y en todo el mundo es muy fácil de pronosticar, incluso con muchos días de anticipación, salvo en Sudamérica y en Argentina porque el Servicio Meteorológico y las empresas argentinas nunca hicieron las inversiones, entonces nunca tienen los datos.
—¿Cuáles son esos datos?
—El clima global tiene varios componentes que están todos estudiados. Lo más importante es la distancia del sol y después hay algunos componentes que operan de forma positiva o negativa. Por ejemplo, un volcán o una fosa marina que explota bajo el agua calienta el agua y provoca un Niño, un mega Niño. Y cuando el fenómeno está sobre el mar, al largar ceniza enfría el ambiente. Lo demás es todo mecánico. La mecánica de las envolturas fluidas. El problema de Argentina es que sería muy fácil tener buenas predicciones si tuviéramos el Atlántico boyado. Con boyas de profundidad, porque lamentablemente esto está comandado por cerebros muy chiquitos que nunca hicieron las inversiones y que incluso dividieron el planeta mal. Porque el océano más grande del mundo no es el Pacífico como todos dicen: eso depende de cómo los europeos dieron la vuelta al mundo. El más grande es el del hemisferio sur, el océano Austral que rodea la Antártida y ese océano no está estudiado, no está boyado. Entonces no se puede pronosticar el clima de Argentina.
—¿Y a nivel global?
—En el macroclima, el de la Tierra en general, en el 2013-2014 estamos en la proximidad del sol, luego nos vamos alejando por dos ciclos que son de 11 años cada uno, 22 años en los que va a haber menos energía, menos agua en el sistema, y más frío. Salvo que pase algo como una erupción volcánica, un meteorito, hay muchas cosas que pueden pasar que cambiarían el clima, que es algo dinámico. Pero el pronóstico es hacia años más fríos y secos.
—¿Y en qué queda la teoría del calentamiento global?
—La teoría del cambio climático y el calentamiento global es una mentira grande como una casa y los mentirosos que ganaron dinero durante más de diez o veinte años hasta tiene un premio Nobel, Al Gore. Una vergüenza científica mundial. Incluso hasta hay científicos de Rosario que trabajan en eso, porque dan plata en subsidios para eso. No saben ecología, porque el regulador de dióxido de carbono del planeta es el agua del océano, ahí hay otro error grave, el planeta tierra es en realidad el planeta océano, porque las tres cuartas partes del planeta es océano. O sea que venimos de un período de 22 años de acercamiento al sol. Claro, con calentamiento y más lluvias. Aumento de manchas solares: lo de las manchas solares se descubrió ya en el 1700. Y a principios de 1900 hubo una generación de genios que descubrieron tres o cuatro cosas muy importantes a nivel global: una de ellas, las glaciaciones y los períodos del frío en Europa –se descubrió que se debía a la proximidad o alejamiento del sol. El otro genio fue un alemán, que descubrió la tectónica de placas (Alfred Wegener, 1912), es decir, que los continentes se separaban, cosa que nadie le creyó nunca durante 50 años. Lo descubrió porque estaban los mismos fósiles en América y África, en los mismos estratos. Descubrió de forma muy indirecta cómo se movía la Tierra. Otra cosa es el descubrimiento del Niño, por un inglés (Gilbert Walker, 1914), quien tomó todos los datos a mano, a partir de información que le proveían los empleados del ferrocarril después de una gran hambruna que hubo en la colonia inglesa de la India. Cuarenta años después, un norteamericano que estudió su trabajo logró que se boyara el Atlántico norte y pudieron tener datos precisos.
—¿Entonces las teorías del calentamiento se sostuvieron por el dinero que venía de los países centrales?
—Ya cambiaron el discurso. En el primero momento hablaban de calentamiento global y ahora hablan de cambio climático. No sabía de dónde venía la teoría, pero hace muchos años ya dije “esto es una barbaridad”. El mar se está calentando porque hay más radiación, no porque quemamos más combustibles fósiles. En realidad fue todo una movida por dinero, porque cuando se dan estas movidas tan grandes hay detrás una macropolítica. Y a través de un mensaje con un colega de Harvard me dicen que querían reimponer, porque ya está la tecnología, la energía atómica. Claro, era algo que cerraba con las ideas de los verdes: para evitar el calentamiento que dicen que producen los combustibles fósiles querían reimponer las centrales atómicas. Tuvieron la mala suerte de que les pasó lo de Fukuyima.
Imagen del sol tomada desde la ISS.

—¿Y qué significa que habrá un enfriamiento durante 22 años?
—Implica menos agua. Porque el gran búfer para mantener la temperatura global es el agua: tanto lo que se evapora como lo que llueve, además de los vientos, etcétera. Un gasto energético muy grande que genera movimientos de masas. La energía que aporta el sol hace que este sistema funcione más. Llueve más en los océanos y en los continentes. Ahora, a medida que pase el tiempo va a haber menores cosechas, para colmo ahora tenemos una práctica que no es muy buena para la economía del agua en el suelo que es la siembra directa, que es un error tecnológico muy grande, porque no se acumula agua en el perfil. El agua que llueve torrencialmente se va. Entonces el perfil vive del agua que tiene, aparte es un sistema que se va autodestruyendo, porque se va planchando. Hace falta que haya rotación. Así como tendría que haber rotación de cultivos debería haber rotación de labores cada diez u ocho años. Y acá no lo hacemos.