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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 24 de abril de 2012

no hay saciedad posible



Fotografía de Louisa Gouliamaki | AFP: protesta contra el ajuste en Atenas, febrero de 2012.

Veo que se puede leer online El nuevo espíritu del capitalismo, fascinante y a veces difícil libro de Boltanski y Chiapello que me señalara hace tiempo Damián Tabarovsky.
Leemos, muy cerca del principio: “La acumulación de capital no consiste en un acaparamiento de riquezas, es decir, de objetos deseados por su valor de uso, su función ostentatoria o como signos de poder. Las formas concretas de la riqueza (inmobiliaria, bienes de equipo, mercancías, moneda, etc.) no tienen interés en sí y pueden suponer incluso debido a su falta de liquidez, un obstáculo para el único objetivo realmente importante: la transformación permanente del capital, de los bienes de equipo y de las distintas adquisiciones (materias primas, componentes, servicios...) en producción, la producción en dinero y el dinero en nuevas inversiones (Heilbroner, 1986).
Este desapego que muestra el capital por las formas materiales de la riqueza le confiere un carácter verdaderamente abstracto que contribuye a perpetuar la acumulación. En la medida en que el enriquecimiento es evaluado en términos contables y el beneficio acumulado en un periodo se calcula como la diferencia entre los balances de dos épocas diferentes, no existe límite alguno, no hay saciedad posible*, justo lo contrario de lo que ocurre cuando la riqueza se orienta a cubrir las necesidades de consumo, incluidas las de lujo.”
Y vuelvo a maravillarme con la cita de Charles Péguy (en L'Argent, 1913) que inaugura el libro:
"Llegamos a conocer, a tocar, un mundo (siendo niños participamos en él), en el que si alguien caía en la pobreza se encontraba al menos asegurado en ella. Se trataba de una especie de contrato sordo entre el hombre y la suerte, un contrato del que la suerte nunca se ausentó antes de la inauguración de los tiempos modernos. Parecía evidente que aquel que se dejase acompañar por la fantasía y lo arbitrario, aquel que introdujese el juego, aquel que quisiese evadirse de la pobreza lo arriesgaba todo. Introduciendo el juego podía perder. Pero quien no jugaba no perdía. No podíamos sospechar que se aproximaba un tiempo, un tiempo que ya está aquí y que es precisamente el tiempo moderno, en el que quien no jugase perdería todo el tiempo y posiblemente más que quien jugase".


* En efecto, como señala Georg Simmel, únicamente el dinero no decepciona nunca, siempre y cuando no sea destinado al gasto, sino a la acumulación como un fin en sí mismo. «Como cosa desprovista de cualidades, [el dinero] no puede ni siquiera aportar aquello que contiene el más pobre de los objetos –con qué sorprender o con qué decepcionar» (citado por Hirschman, 1980, p. 54). Si la saciedad acompaña a la realización del deseo en el conocimiento íntimo de la cosa deseada, este efecto psicológico no puede ser provocado por una cifra contable permanentemente abstracta.

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