socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 15 de abril de 2010

Una maquinaria para el cariño

http://www.youtube.com/watch?v=V-DXj_YhNtM 

Dos semanas después de mi arribo, Fox murió tras caer la noche. Estaba echado en la cama cuando se acercó y trató dolorosamente de subir de un salto. Movía la cola con nerviosismo. Desde que eso empezó no tocó su plato ni una sola vez. Había perdido muchísimo peso.
Lo ayudé a acomodarse en mi falda. Por unos pocos segundo me miró con una mezcla curiosa de cansancio y disculpas. Entonces, tranquilo, cerró los ojos. Dos minutos después soltó su último aliento.
Lo enterré a un costado de la casa. En el extremo occidental del terreno, rodeado por la reja exterior, cerca de sus predecesores.
Durante la noche un transporte rápido vino desde el centro de la ciudad y dejó un perro idéntico. Conocían los códigos y cómo manejarse con las rejas. Ni siquiera tuve que levantarme para saludarlos.
Un pequeño mestizo blanco y rojizo se me vino encima moviendo la cola y cuando le hice una seña saltó a la cama y se echó conmigo.
El amor se define con simpleza, pero con frecuencia se da en una serie de seres a través de estos perros en los que rendimos homenaje al amor y su posibilidad.
¿Qué es un perro sino una maquinaria para el afecto? Uno lo introduce en la vida de un ser humano dándole la misión de amar. Y por más feo, perverso, deformado o estúpido que pueda ser este ser humano, el perro lo ama. El perro lo ama.
Iggy Pop


Two weeks after my arrival Fox died just after sunset
I was stretched out on the bed when he approached
And tried painfully to jump up he wagged his tail nervously
Since the beginning he hadn't touched his bowl once
He had lost a lot of weight

I helped him to settle on my lap
For a few seconds he looked at me
With a curious mixture of exhaustion and apology
Then, calmed, he closed his eyes
Two minutes later he gave out his last breath

I buried him beside the residence
At the western extremity of the land
Surrounded by the protective fence
Next to his predecessors

During the night a rapid transport
From the Central City dropped off an identical dog
They knew the codes and how to work the barrier
I didn't have to get up to greet them

A small white and ginger mongrel
Came toward me wagging its tail
I gestured to him
He jumped on the bed and stretched out beside me

Love is simple to define
But it seldom happens in the series of beings
Through these dogs we pay homage to love
And to its possibility

What is a dog but a machine for loving
You introduce him to a human being giving him the mission to love
And however ugly, perverse, deformed or stupid this human being might be
The dog loves him, the dog loves him

“A Machine For Loving”, Iggy Pop, from Préliminaires

martes, 6 de abril de 2010

i've seen the future, it is murder


Después de ver Collapse busqué a Michael Ruppert en la red y lo encontré en un video en el que hablaba de las verdades y mentiras sobre el 9-11: trazaba una breve historia de la familia Bush, su relación con el banco que en la Segunda Guerra financió a Hitler y dirigió el abuelo Bush y los trámites del último presidente republicano para salvar una corporación de un juicio por fraude cuyos legajos estaban en el World Trade Center.
De nuevo llegué a este documental a través de Fanático, que lo vinculó a su sitio hace un par de días. Collapse, dirigido por Chris Smith, es una larga entrevista a Ruppert (14 horas de filmación que terminaron en 82 minutos de película: Ruppert habla sentado en una silla en lo que parece el sótano de alguna despensa semidesierta), en la que el entrevistado habla de su obsesión por difundir la verdad sobre lo que llama “el colapso”: el callejón sin salida de una civilización que ha creado un mundo a partir de la idea del crecimiento económico infinito y se encuentra con lo finito de los recursos energéticos. Collapse se estrenó en septiembre del año pasado en el Toronto International Film Festival y tuvo desde entonces críticas alentadoras.
Rupert fuma durante la entrevista, unos cigarrillos de filtro blanco que prende con un encendedor descartable. Dice que el pico de la producción de petróleo llegó hace unos años y que, a partir de allí, la curva comenzó a caer inevitablemente. Dice que los Estados Unidos no saldrán de Irak, donde construyeron la base militar y el complejo de embajadas más grande del mundo, y explica las razones por las cuales el imperio quiso asegurarse las reservas petrolíferas que Saddam Hussein amenazó cuando se mostró deseoso de que los barriles de crudo cotizaran en euros en lugar de dólares. Dice que el petróleo, a esta altura, es irremplazable, que el 26,5 por ciento de las cubiertas es petróleo, que todo el plástico es un derivado del petróleo; y que las fuentes alternativas de energía (biocombustibles, etcétera) son una patraña: hay más inversión en la producción que beneficios en su explotación. Señala que las posibles reservas de petróleo bajo el ártico necesitarían de un derretimiento de la capa de hielo como a la que lleva el calentamiento global y asegura que las únicas fuentes energéticas alternativas son el viento y el sol, pero que así hubiera suficiente desierto para instalar los ventiladores y los paneles necesarios para producir esa energía no existe aún tecnología capaz de transportarla sin recurrir a derivados del petróleo. Asimismo, muestra un estremecedor gráfico manuscrito en el que se enseña el crecimiento de la población mundial hasta la cifra espeluznante actual: el gran disparador es la explotación petrolera.
Los padres de Ruppert estuvieron ligados a las agencias de inteligencia de EEUU y el mismo Ruppert fue agente de la policía de Los Ángeles, en la que se desempeñó en la sección narcóticos. A fines de los 70 la CIA, según cuenta, lo contactó a través de una novia que tenía entonces, para involucrarlo en una operación de tráfico de drogas. Desde entonces intentó denunciar ante el Congreso esa operación y comenzó una investigación que lo llevaría, a fines de los 90 a crear la página Desde la Jungla, desde la que difunde sus investigaciones y sus opiniones.
Collapse no sólo es una entrevista al hombre que predijo la actual crisis y bancarrota del sistema de libre mercado actual en Estados Unidos y el mundo, es también una conversación con un hombre cuya vida ha colapsado sentimental y económicamente. El film es particularmente interesante para el público argentino (aunque es improbable que llegue aquí) porque empieza con imágenes de diciembre de 2001 tomadas del documental Memoria del saqueo, de Fernando Solanas, que son como un anuncio del mundo por venir, y porque Ruppert nos habla de ese desierto de lo real que conocemos a partir de la caída de De la Rua y sobre el que también nos había advertido Alejandro Olmos y su heroica investigación sobre la deuda externa argentina. Ruppert mismo, quien se quiebra y llora pasadas las tres cuartas partes del film y se queja: “¡Hace años que venimos advirtiéndolo!” (al referirse al colapso económico del que EEUU no parece poder salir en el corto plazo), recuerda con su pobreza y su bronca a Olmos.
Ruppert, por último, se me hace creíble porque en sus argumentos (en los que varias veces usa el término “shut down”: apagón) escucho los de John Carpenter en su irónica y siniestra Escape from LA (1996), en la que Kurt Russell, tras apagar toda la energía del mundo y dejar el planeta en la oscuridad recoge una colilla de cigarrillo encendida y suspira: “Welcome to the human race”. Escucho también los ecos de Ciudad, la novela visionaria de Clifford D. Simak, o las predicciones actuales de Paul Virilio o James Cameron en Avatar. Por último, Ruppert cita a Timoteo, el discípulo de Saulo de Tarso que leemos en el Nuevo Testamento: "El amor al dinero es el origen del mal".