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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 4 de septiembre de 2014

un futuro sin crédito

Lo encontré hace un par de años en el blog de Daniel Link. Estaba en portugués así que lo traduje, acaso con errores. Se trata de una intervención de Giorgio Agamben en el programa Chiodo Fisso, de la RAI 3 (chiodo fisso significa caballo de calesita), del 25 de enero de 2012.


El logo de la compañía Engulf and Devour, del film Silent Movie, de Mel Brooks. Imagen tomada de The Democratic Daily en un artículo de 2011 sobre Occupy Wall Street.

Dice:
Para entender lo que significa la palabra futuro primero tenemos que saber lo que significa otra palabra, una que no estamos acostumbrados a usar, o que solemos usar sólo en la esfera religiosa: la palabra fe. Sin fe o creencia no es posible el futuro. Es decir, hay futuro sólo si podemos esperar o creer en algo. Pero, ¿qué es la fe? David Flusser, un gran estudioso de las ciencias de la religión, y todavía hay una disciplina con este extraño nombre, trabajaba un día sobre la palabra pistis, que es la palabra griega que Jesús y los apóstoles utilizaron para la fe. Ese día estaba paseando y, casualmente, se encontraba en una plaza de Atenas. En un momento dado, al mirar hacia arriba, vio escrito en grandes letras ahí adelante: Trapeza tés Pistéos. Sorprendido por la coincidencia –la palabra pistis– observó con mayor atención. Después de unos segundos se dio cuenta de que se encontraba simplemente delante de un banco. Trapeza tés Pistéos significa en griego "Banco de crédito". Era una especie de iluminación. Se encontraba al fin con el significado de la palabra pistis, que desde hace meses estaba tratando de entender. Pistis, fe, es simplemente el crédito de que gozamos junto a Dios y de que la palabra de Dios goza en nosotros a partir del momento en que creemos en ella. Por eso Pablo pudo decir, en una famosísima definición, que la fe es la “sustancia de cosas esperadas”. La fe es lo que da realidad a lo que aún no existe, pero en lo que creemos y tenemos fe, porque en ella ponemos en juego nuestro crédito, la palabra nuestra. Algo como un futuro existe apenas en la medida en que nuestra fe consigue darle sustancia, esto es, realidad, a nuestras esperanzas. Pero la nuestra, se sabe, es una época de escasa fe. O, como decía Nicolà Chiaromonte, una época de mala fe, o sea, de fe que se sostiene a fuerza de ser convicción. Por lo tanto, una época sin futuro y sin esperanzas (o de futuros vacíos y de falsas esperanzas). ¿Qué hacer con nuestro crédito ahora que se es muy viejo para creer verdaderamente en algo o demasiado inteligente para que estar todo lo desesperado que se debería? ¿Qué hacer con nuestro futuro? Porque, me parece, si se observa bien, hay todavía una esfera que gira internamente alrededor del tema del crédito. Una esfera que engloba toda nuestra pistis, toda nuestra fe. Esta esfera es el dinero y el banco, la Trapeza tés Pistéos es su templo. Ustedes saben que el dinero es apenas un crédito. En todos los billetes, la esterlina, el dólar, curiosamente no en el euro (y esto deberíamos dejarlo bajo sospecha), vemos escrito que el banco central promete garantizar ese crédito. Está escrito: "El banco pagará al portador" –libra esterlina o el dólar, aunque ahora ya no es el patrón oro y la conversión del dólar ya no existe. Ustedes saben también que la llamada "crisis" que estamos viviendo –y espero que sean lo suficientemente inteligentes como para sospechar que lo que se llama crisis no es algo temporal, sino la manera normal en que funciona el capitalismo de nuestro tiempo– comenzó con una serie desconsiderada de operaciones sobre el crédito, sobre créditos que venían descontados y revendidos decenas de veces antes de poder ser realizados. Lo que significa, en otras palabras, que el capitalismo financiero y los bancos, que son su órgano principal, funcionan jugando sobre el crédito, es decir, sobre la fe de los hombres. Lo que también significa que la hipótesis de Walter Benjamin, para mí una bellísima hipótesis, según la cual el capitalismo es, en verdad, una religión, la más feroz e implacable religión que ha existido porque no conoce redención ni día de fiesta, debe ser tomada literalmente. El banco tomó el lugar de la iglesia y de sus padres y, al gobernar sobre el crédito, manipula y gerencia la fe –la escasa e incierta creencia de que nuestro tiempo aún es el mismo. Y lo hace del modo más irresponsable y sin escrúpulos, procurando lucrar con dinero de la creencia y la esperanza de los seres humanos, estableciendo el crédito que cada persona puede gozar y el precio que debe pagar por ello. Llegando a establecer y avalar incluso el crédito con el que los estados, no se sabe por qué, cedieron a su soberanía. De ese modo, gobernando el crédito, no sólo gobierna el mundo, sino también el futuro de los hombres, ese que la crisis vuelve siempre más corto y a término. Y si hoy la política ya no parece posible, es porque, de hecho, el poder financiero secuestró toda la fe y todo el futuro, todo el tiempo y todo lo que se espera de él. Mientras dure esa situación, mientras nuestras sociedades, que se creen laicas, permanezcan sirviendo a la más oscura e irracional de las religiones, el único consejo sería arrancar el crédito y el futuro de las manos de estos seudosacerdotes sombríos y desacreditados, de los banqueros por un lado y de los funcionarios de varias agencias de ráitings y mediciones, de Standard & Poor’s o de cualquier otra denominación que tengan. Y, tal vez, la primera cosa a hacer es dejar de mirar tanto hacia el futuro, como se exhorta a que hagamos, para, al contrario, volverse y mirar hacia el pasado. Sólo al comprender lo que sucedió, sobre todo al intentar comprender cómo y por qué pudo suceder, acaso podamos liberarnos de esta situación. No la futurología, sino la arqueología es la única vía de acceso al presente.

Compárese con la pobre y rimbombante intervención de Marc Augé, que nos pide que "salvemos"el progreso, acá y acá.

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