socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

viernes, 31 de agosto de 2012

la biblia de la mujer fea


Qué bueno leer en La Biblia de los Pobres, un blog que leemos con fruición, que una entrada nuestra dio pie para un comentario. La alegría viene con un bonus track: el oportuno análisis de "El milagro de la mujer fea", obra de arte colonial (surandino) anónima del siglo XVIII.
Leemos: «Lo  barroco, en este caso, no se trata de la utilización del tenebrismo o de privilegiar tal o cual tema de tal o cual forma, sino en una aproximación bastante heterodoxa a la producción artística donde el interés estaba puesto antes que nada en la efectividad –claridad– de lo producido, lo cual muchas veces se ha interpretado, desde la perspectiva europea, como una percepción atrasada y reaccionaria del ejercicio artístico. Sin embargo, guiarnos por lo cánones europeos de poco nos sirve para entender el porqué de una organización de talleres a gran escala, que para la sociedad de su época tenía  un peso importante y un funcionamiento sorprendente, sobre todo si se tienen en cuenta las proporciones de una producción seriada preindustrial: 
"Al estar en los límites geográficos y culturales del mundo, en teoría la estructura jerárquica y arcaica del orden virreinal no estaba diseñada para cambiar sino para durar como un proyecto utópico fuera del tiempo. Pero en la práctica, las crecientes contradicciones y conflictos entre los diversos grupos étnicos permitieron la emergencia de nuevos  modelos de pensamiento y de  representación discursiva que, utilizando en muchos casos los propios tópicos religiosos y creaciones artísticas de la metrópoli, desplazan y desmontan la agenda centralista peninsular en un proceso de apropiación y reinterpretación cultural. Por ello, lo que  inicialmente se planteó como un problema semántico, en realidad presuponía un sistema de valorización eurocentrista que lejos de estudiar la tensa dialéctica entre  centralismo  y  marginalidad, sólo podía ver en los desafíos y manifestaciones disonantes de la otredad americana formas degradadas de la cultura del dominador" (Mujica Pinilla 2002, p. 8.).»

jueves, 30 de agosto de 2012

juan b. justo 676, san nicolás


Nuestra amiga Sonia Tessa viaja ahora a San Nicolás seguido –casi treinta años después de que nos fuéramos. Es que cubre para Rosario 12 el juicio por la masacre de la calle Juan B. Justo, lugar por el que debemos haber pasado distraídamente toda la adolescencia. San Nicolás se nos aparece otro en esta crónica –que Sonia nos envía completa, digamos, la directors’ cut–. No porque desconozcamos sus historias y su faz más oscura, sino porque ignorábamos que mientras nuestra madre, en aquellos años, hacía el ejercicio de meternos en un placard por miedo, por las dudas, había otros roperos cuyas puertas ya no se abrirían a Narnia.
Imagen tomada de Diario del Juicio

“Supe que mi mamá me había salvado la vida”
por Sonia Tessa | desde San Nicolás

Manuel Gonçalves Granada se pregunta todos los días por qué le tocó sobrevivir. Tenía cinco meses el 19 de noviembre de 1976, cuando las fuerzas conjuntas de la policía bonaerense, la Federal y el Ejército atacaron la casa de Juan B. Justo 676 en San Nicolás, acribillaron a su mamá Ana María del Carmen Granada, al matrimonio de Omar Alfredo Amestoy y Ana María Fettolini, y asfixiaron con gases lacrimógenos a Fernando Amestoy, de tres años, y María Eugenia, de cinco. Manuel fue protegido por su mamá con colchones, adentro de un placard, y por eso se salvó. El juez de menores de San Nicolás, Juan Carlos Marchetti, lo dio en adopción de manera irregular, sin buscar a su familia. “Ahí perdí mi identidad”, contó ayer. Durante 19 años fue Claudio Novoa, y en 1995 empezó a averiguar quién era. “Cuando me encontré con esta historia, supe que no sólo mis padres no me habían abandonado, sino que mi mamá me había salvado la vida”, expresó ayer, frente al Tribunal Oral Federal número 2 de Rosario, que juzga a los ex militares Manuel Fernando Saint Amant y Antonio Bossie, así como al ex jefe de la policía Federal Jorge Muñoz por esa masacre. “Más allá de que la justicia llega tarde y no repara todo, es necesaria”, dijo. “Para algunos de los que están acá esto es un trabajo, a otros los incomoda estar acá. Lo cierto es que para mí es la historia de mi vida”, argumentó el valor del juicio en marcha. “Sólo en días como hoy le encuentro sentido a haber sobrevivido”, se sinceró ayer. 

miércoles, 29 de agosto de 2012

gracias por preguntar



Conversamos por Gtalk sobre una suerte de compilación de unas notas que escribí entre 2003 y 2008. Le digo que leídas ahora me parecen algo que escribí para no escribir otras cosas, del todo pretenciosas en su precariedad. Lo que se me pide, le digo, es algo que creo que está en el recuerdo de la editora –que para colmo es sutil y dueña de una escritura sencilla y luminosa– antes que en esos textos.
Él me recuerda “aquella escena de Blade Runner: «El cazador de androides –escribe– accede a la información de que la mina es androide sin que ella lo sepa. Para decírselo cruelmente. Le nombra los recuerdos que ha leído que le implantaron, los que ella creía que nadie podía conocer. Él le demuestra que no es humana, pero lo único que tiene ella, lo único que es, son esos recuerdos». Claro, quiero decirle, escribir es de algún modo implantar recuerdos. Qué gran escena; y qué amable que él la traiga a colación. Y me dice también: «Lo que me duele de habernos distanciado vos y yo, no ahora, sino hace muchos años, es haber perdido el trabajo sobre el sentido… Dejamos de nadar juntos en el sentido».
Es que todo empezó a partir de la intervención de César Aira en un encuentro de literaturas, en el que habla de Amalia y el origen de la literatura nacional y, tras plantear una confederación rioplatense monstruosamente habitada sólo por Amalias, define el origen: “La representación única de la multiplicidad”. Para mí, le digo, hay una conexión entre ese origen, el sentido y aquél río en el que nadábamos… (“C’era una volta un bel linguaggio che mai più/ ho parlato, non ti spiace ricordarmelo?…”, como en la canción de Conte).
La charla sobre el sentido y el río nos llevan al gran tema de estos 50 años: “Amores como viajes, duran lo que una flor”, me escribe. Me habla de su novia, me dice: “Tiene la edad de mi espíritu”. Le pregunto sobre ella. Me dice, me habla de ella, de los dos, y pone: “Gracias por preguntar”. Le digo que hay un estilo ahí, en esa pregunta. Un estilo que, efectivamente, lo distrae de todo ese “ahogo” de sentido con el que sucumbimos tantas veces al escribir. El “gracias por preguntar” –esto lo pongo ahora– desnuda ese deseo de la conversación en la charla al tiempo que lo viste con las mismas palabras. Pone: “El asunto es que lo que vale de lo que hacemos es todas esas vueltas que damos con el tema en insomnio”. Y agrega: “Es como la traducción que fracasamos con Lo Yuao vivo: escribir los diálogos del intento de la traducción, no la traducción”. Y cuenta: “Lo dije en una entrevista de un documental que están grabando sobre la inmigración china. Dije que tenía los textos y se armó una, ahora me los piden. Tendré que escribirlos”. Me recuerda el chiste de los hermanos Marx: “Groucho, hay un tesoro en la casa de al lado. Pero, al lado no hay ninguna casa. Eso no importa, construiremos una”. ¿No es así como construimos sentido, origen y escritura?

martes, 28 de agosto de 2012

nuestro hombre en berkeley


Mario Savio en la foto de AP que reproduce la NPR.

Subversives (Subversivos) es un libro del periodista de San Francisco Seth Rosenfeld que investiga “La guerra del FBI contra los estudiantes radicales y el ascenso de Reagan al poder”.

Para su investigación, Rosenfeld –tal como lo señala un artículo de la NPR que nos infromó sobre el libro– hurgó durante 30 años en más de 300.000 reportes obtenidos del FBI tras acciones judiciales del Freedom of Information Act.

En 1964, estudiantes de la Universidad de California, Berkeley, formaron un movimiento de protesta para repudiar las reglas que prohibían a los residentes en el campus enrolarse en actividades políticas.

aira y las amalias

Nuestro amigo el Director postea estos hermosos y "familiares" fragmentos de César Aira sobre Amalia y los orígenes de la literatura nacional en el Encuentro de Literaturas Americanas de 2010. Empieza: «Parto de la hipótesis de que una literatura se hace nacional, y es asumida como propia por los lectores de esa nación, cuando se puede hablar mal de ella, no cuando se puede hablar bien. Esto último cualquiera puede hacerlo, con o sin sentimiento de pertenencia. Es como en los matrimonios o entre hermanos o amigos: cuando uno puede hablar mal de otro, pero no pueden hacerlo tercero, que uno pueda hablar mal es un derecho.»
Como todas estas intervenciones de Aira, llega la parte de la "especulación numérica" y se vuelve desopilante.



N.B.: Por qué la música de Beirut al principio es otro misterio.

lunes, 27 de agosto de 2012

paco jamandreu y la falda de alcaucil


La última entrada de Link en Linkillo me recordó las páginas de las memorias de Paco Jamandreu (La cabeza contra el suelo, De la Flor, Buenos Aires, 1975): en la página 68 cuenta cómo conoció a Eva Duarte*, cuando aún era una actriz conocida en el radioteatro y recién empezaba en el cine (ca. 1944, cuando ya estaba con Perón, quien aparece de inmediato en la escena).

Transcribo a partir de la página 70, habla de Evita:
«Me encargaba vestidos a granel. A esos días pertenece un tailleur a cuadro “Príncipe de Gales” con un pequeño cuello de terciopelo con el que posó para su foto que más tarde sería la más difundida a través de años y años, sobre todo en los afiches.
Yo la consideré siempre una mujer extraordinariamente buena y fuimos amigos, en la medida en que se podía serlo con ella que, si bien era cordial y amable, cuando se enojaba empleaba un vocabulario muy duro e inspiraba un muy especial respeto.
Se divertía conmigo. Me preguntaba dónde iba, si salía de noche.
—¡En qué puteríos andarás vos! –me decía cuando llegaba tarde o cuando me veía cansado a la mañana— ¡Vos debés ser una liebre! —Yo no me deschavaba mucho.
Un día me dijo muy suelta de cuerpo:
—Te espero a las ocho. Pero a las ocho. A ver si te encontrás con un chongo en el camino y llegás pasado mañana.
(…)
Era sensacionalmente auténtica y le daba a todo un enorme valor afectivo aunque las cosas no tuvieran valor material. Así, en sus vitrinas, entre porcelana de Sévres y Limoges, ponía pajaritos embalsamados que la gente del pueblo le regalaba. Me reí cuando vi, sobre su enorme piano de cola, una cotorra embalsamada, con anteojos de alambre y un pedacito de diario bajo el ala.
—Es una cotorra sabia. Y dejate de reir porque no tiene nada que ver con la decoración. Me gusta y se acabó.
Un día 8 de julio le entregué un vestido muy sencillo: un modelo que yo siempre he repetido más tarde y que siempre es un éxito en mis colecciones. Era de color verde, beige y marrón. Me lo había pedido en jersey, sin adornos. Lo iba a usar en una ceremonia de la casa de gobierno. El ahora todopoderoso líder recibiría una condecoración del gobierno español.
Le llevé el vestido. La ceremonia era a las 9 de la mañana del día 9. Estábamos a las 6 de la tarde del día 8.
—Me encanta. Pero ¿sabés?, le falta algo. No quiero usar ni una alhaja, así las asombro a todas las viejas que van a ir como arbolitos de Navidad.
Pensé un collar de fantasía, opaco, con esos mismos tres colores. A esa hora de la tarde no era nada fácil encontrarlo. Pero tengo un Dios aparte. Caminé por Callao. Doblé por Santa Fe. Allí, a pocos pasos, en La Sensación, estaba el collar. Ni que hubiera sido hecho especialmente, con los colores exactos. Precio: $ 5,95.
Cuando lo vio se puso muy contenta.
—¿Has visto? Vos tenés la pluma del cabiré. ¡Che, Perón, parece uno de tus ministros por lo ráipido!
Perón se cagaba de risa: —Sos cabeza dura y tenés suerte. No hay nada que hacerle. Ahora te dajarás de joder con el collar. Mañana vas a matar con ese vestido y ese abrigo.
Perón pocas veces se metía con la ropa de Eva. Un día que ella recibió una capa de plumas de Christian Dior se la miró mucho, se la hizo probar.
—No te enojés, Evita: parecés una gallina, una enorme gallina celeste. ¿En serio te la vas a poner? Mirá que estos franchutes son medio despistados. A lo mejor se equivocaron de caja y metieron en la tuya alguna capa de una loca del Folies Bergère.
Volvamos al collar. Ella lo usó en la famosa ceremonia y me llamó a la tarde. En medio de su furia, lo que se oía era la risa del presidente. Emocionada, en el momento en que a Perón le colgaban la famosa orden española, nerviosa, mordió su collar. Se pintó la lengua y los labios de verde: el collar estaba hecho de fideos pintados.
Otro día, volviendo yo a casa después de dejarle un soberbio traje de noche en lamé y oro, de estilo oriental, me llamó:
—Tenés que volver, te mando un coche. Quiero que veas los accesorios.
Volví a la residencia y la encontré vestida, sentada en la recámara. Sobre sus rodillas tenía un plato con dos huevos fritos. Abajo, ministros, militares, diplomáticos se impacientaban esperándola. En lugar de un hall de entrada parecía una sastrería teatral llena de empenachados, capas y uniformes.
—Para lo que hacen, bien pueden esperar. Además, yo no soy para la ópera. La de esta noche deberá ser un soberano plomo. Con el estómago vacío no aguanto eso.
En cambio, hay que reconocerlo, aguantaba con el estómago vacío, horas y horas, las largas colas de gente necesitada que recurría a ella haciéndola partícipe de sus problemas.
Me presentó a un muchacho francés que hacía sombreros. Dior se lo había recomendado. Nos hicimos muy amigos. Un día ella me dijo:
—No te pongas histérico, pero este chico me ha dado una idea para un traje de cóctel y él mismo me lo confeccionará. El collar es de terciopelo de Lyon, verde. Y la falda, ¿a qué no te imaginás cómo es? Un trabajo de locos. Toda llena de hojitas, una al lado de la otra, en tafetas de seda natural del mismo color. ¿Qué me decís?
A mí no me gusto que el francés se inmiscuyera en mi metier, pero me callé.
—Ahora vas a ver, ya está listo. Me vas a dar tu opinión. Estos franceses tienen ideas, che. No hay nada que hacerle.
Perón me guiñó un ojo, y me quedé sentado, muy piola.
Cuando apareció me sonreí:
—Es muy bonito, precioso. Está muy bien hecho, parece un alcaucil, Eva.
—Eso, justo, diste en la tecla. Sabés que yo le había visto algo de verdura. Pero estaba entre el alcaucil y el espárrago —dijo Perón.
Al decirlo se moría de risa.
Eva no se puso jamás el vestido. El francesito siguió haciendo sombreros para mis vestidos. Nos hicimos muy amigos y andábamos juntos todas las noches.
—Estos dos juntos deben ser una cosa seria. A ver si un día los matan y salimos todos en los diarios. Ustedes muertos y yo metida en el lío por vestirme con ustedes. ¡Qué carta para mis enemigos!
Una noche, el francés y yo estábamos en Saint Moritz, un bar que ahora se llama La Noche, en Tucumán al 600. De repente llegó la policía. Razzia. Ni él ni yo teníamos documentos. Eran las dos de la mañana. Al francés se le ocurrió:
—Llamá a Evita. Llamala ahora mismo.
Teníamos su número privado. Sólo nosotros y unas pocas personas más. Atendía ella a cualquier hora. Le expliqué: el bar, la policía, los documentos.
—¿Y qué hacen ustedes ahí a estas horas? Eso debe ser un puterío. ¡Joderse por yiros!   
Al día siguiente le dijimos:
—¡Linda amiga, qué buena cuña tenemos! ¡Cómo se jugó por nosotros! ¿Y si nos hubieran metido adentro? ¡Nos hubiera mandado algún libro para que lo leyéramos en las sombras!»

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* «Vivía en Billinghurst y Santa fe cuando recibí un llamado de Eva Duarte. En un principio no le di mayor importancia al asunto. Estaba acostumbrado a que día a día me llamen las grandes estrellas y las damas de la sociedad, el llamado de una actriz de radioteatro no me atrajo mucho. Me convenció la Bilbao que me dijo:
—Esa chica tiene un destino que puede llevarla a la gloria o al infierno, tenés que ir hoy mismo, llamala. Fui al día siguiente, un sábado, la cita era a las 18 horas. Ella misma me abrió la puerta. Me pareció altísima y muy desteñida. Me impresionó su piel desde el primer día: blanca, transparente, increíble. He conocido muy pocas mujeres con una piel semejante, como de marfil. Era rubia, de pasos largos y muy decididos. Usaba unos pantalones de satén gris plata, un chemisier celeste y zapatos blancos con grandes plataformas de corcho.
“¡Qué cache!”, pensé para mis adentros.
Su departamento me hizo acordar a las casas burguesas de mi pueblo. De entrada uno se topaba con un juego de comedor estilo 1940. No había detalles de buen gusto. Pero ella lo llenaba todo con su atracción. A los pocos minutos todo me pareció muy lindo, hasta sus pantalones de satén que nada tenía que ver con sus zapatos de corcho
—He visto sus dibujos en Mundo Argentino —me dijo. Me gustan mucho. Ahora voy a precisar ropa para mi trabajo de actriz ¿me entiende? En cine, en teatro. Me tiene que crear un estilo. Porque voy a hacer cine. Por otra parte necesito ropa sport, de calle, muy sencilla para mi trabajo con el coronel. Usted se imagina: concentraciones, colectas, visitas a barrios pobres a hospitales.
Me hizo pasar a un cuarto de vestir. Colgaban varios tapados de piel, largos, cortos, zorros plateados, zorros azules, nutrias. Me parecieron de pésimo gusto, pasados de moda. Nos interrumpió Guillermina, una especie de mucama, ama de llaves, compañera que estuvo con ella muchos años.
—Señora: el coronel quiere ver al modisto.
Perón, recostado en la cama, comía sándwiches de chorizo y tomaba vino. Confieso que de entrada me deslumbró su gran simpatía, con su enorme sonrisa.
—¿Así que vos sos el famoso Paco? Pero sos un pibe y hacés modas para mujeres. Mirá que te elegiste una muy difícil, ¿eh? ¿Qué te parece? ¿Qué te parece, Eva?, con ella podrás lucirte, ¿no es cierto?»

domingo, 26 de agosto de 2012

adiós, comandante


En el tubo: "That's one small step for man, one giant leap for mankind".

Estaba en Buenos Aires, con mi hijo Vicente, con sus amigos Máximo y Santos, con Silvio (padre de Máximo y Nacho –que viajó con los de 9 en otro ómnibus– y amigo), en medio de una populosa comitiva que acompañaba a los niños a un intercambio futbolesco en un club de Escobar y a visitar las canchas de River y Boca, cuando un correo electrónico emitido por las Breaking News de la NPR me informó que Neil Armstrong, primer hombre en pisar la luna, había muerto a los 82 años.
Hace 43 años (la edad de Silvio), cuando Armstrong pisó la luna y yo tenía casi la edad de Vicente, mi padre me señalaba el cielo, en el porche de la casa de Paysandú, y me enseñaba unos puntos incandescentes que parecían estrellas móviles, son los astronautas, es el Apolo 11, me decía. Y yo soñaba con atravesar ese océano espacial y pisar la blanca luna con los livianos mocasines de gamuza que usaba entonces.
¡Cuántas cosas nacieron contigo, comandante, y qué triste tu partida! Ya nos veremos en el lado oscuro de la luna.














wallander para tus oídos

En la última emisión de VOS (versión original subtitulada), en Más tarde que nunca, una intervención sobre Wallander. En el programa sorteamos un devedé con las tres temporadas completas de la serie y, bonus track, el ringtone del telefonito del inspector suizo que se puede descargar (en mp3) desde acá.  

locos por las series

En el número 4 de 32 pies (acá con los debidos enlaces):



En mayo la pantalla de canal 7 (la Tevé Pública) estrenó En terapia, versión local de la serie de 30 minutos diarios que desde 2008 produjo y emitió HBO –que a su vez versionó la original israelí–: un psicoanalista encarnado por Gabriel Byrne recibe cada día un paciente con quien desentraña una historia que en un decorado único se dispara hacia muchos lugares, desde el pasado y los problemas actuales del analizado hasta los rincones de la ciudad por los que transita, los mandatos culturales, el legado paterno, así. En la adaptación argentina el psicoanalista es Diego Peretti y la adaptación estuvo a cargo de Esther Feldman (autora de Lalola, Okupas, entre otras tiras). La de HBO tenía en los guiones y la dirección a Rodrigo García, director de cine colombiano, escritor, un nombre común que esconde la filiación con Gabriel García Márquez.
Hace poco menos de un año conversé de series conAlberto Fuguet, quien además de escritor es director de cine y crítico apasionado de algunas series que compartimos. Me decía: “¿Viste la serie In treatment? La hace el hijo de García Márquez y me parece mucho más interesante que García Márquez, además el hijo es colombiano, es mexicano, hace 20 años que vive en Hollywood, habla cinco o seis idiomas, es un niño rico. Es decir, yo lo considero un autor, porque alguien que hace televisión es un narrador. Me parece que la descripción que hace In treatment de Los Ángeles puede llegar más lejos que El amor en tiempos del cólera. Además, que un colombiano-mexicano se meta a de esa manera a contar la intimidad norteamericana hace que el tema termine siendo universal, en cambio Cien años de soledad es muy latinoamericana, pero termina siendo tan rara que uno la lee como un cuento de hadas”.

dadaísmo a sueldo

Ya salió el 4º número de 32 pies. Copio acá uno de los textos de los buscadores, el que pedí a Aurelio García, quien me respondió desde Bariloche, donde aún flota ceniza volcánica.
Imagen tomada de Revistasauna.

Dadaísmo a sueldo
por Aurelio García


Es un fenómeno que se está dando con singular frecuencia en los ambientes más esponsorizados del arte contemporáneo. Lo que un siglo atrás fuera considerado inconveniente y peligroso hoy es alentado desde los elegantes despachos de los asesores artísticos de las corporaciones. Los encargados de juzgar a quién entregarle el dinero del premio de la entidad patrocinante suelen inclinarse por aquellas obras que parezcan más turbadoras, las que conserven menor cantidad de rasgos que permitan relacionarlas con la idea de arte que acostumbra tener el común de la gente. De hecho, correrán con gran ventaja aquellas propuestas que provoquen alguna clase de repulsión, alguna potencial ofensa entre el personal no avisado respecto de algunos tópicos inherentes al arte contemporáneo.
Los aplicados émulos de la centenaria movida dadá y la sexagenaria neodadá disfrutan ahora de las mieles de esta tardía justicia poética.
Como ejemplo cito la obra acreedora del Premio ArteBa - Petrobras 2011, aquella de los calamares podridos en zapato viejo sobre bolsa de plástico titulada “Autorretrato de mi muerte” del afamado artista Carlos Herrera, ex director del Museo de Bellas Artes J. B. Castagnino+macro. 

viernes, 24 de agosto de 2012

evolución de la luz

Todas las imágenes fueron tomadas en el parque Scalabrini Ortiz y Puerto Norte desde marzo de este año en adelante entre las 7.20 y las 7.35.
25 de septiembre
04 de septiembre
29 de agosto.



28 de agosto.
23 de agosto.
 9 de agosto.
 2 de agosto.
 14 de junio.
 5 de junio.
 5 de junio.
 30 de mayo.
29 de mayo. 
 24 de mayo.
 15 de mayo.
23 de abril. 
 17 de abril.
 30 de marzo.
30 de marzo. 
27 de marzo. 
 7 de marzo.

jueves, 23 de agosto de 2012

mañanita


22 grados a las 7 menos cuarto de la mañana. Y cuando llegamos a la barranca, amanecía en Vietnam.





miércoles, 22 de agosto de 2012

otoño post-lost


Llega el otoño allá en el norte y se estrenan nuevas series. Para los que siguen las de fantasía y ciencia ficción y están entrando en el síndrome de abstinencia después de unos cinco meses sin Game of Thrones o, peor, han tenido que ver Falling Skies como paliativo, llegan dos nuevas:

La revolución es un sueño eterno

Después del fracaso –comercial y existencial– de Alcatraz, cuya primera temporada finalizó casi ignorada sin renovación posible, J.J. Abrams, uno de los productores y creadores de Lost, reincide con una fórmula que tiene mucho de las nuevos esquemas de series de ciencia ficción de los últimos tiempos: una hecatombe que deja a la humanidad (es decir, hombres, mujeres y niños de los Estados Unidos de América) sumida en el desamparo y librada a sus instintos de supervivencia, que es como funciona aún Falling Skies (el bodrio invasión alienígena más lecciones de historia á la Felipe Pigna pero allá en el norte), cuya segunda temporada terminó el domingo pasado y amenaza con una tercera; y como sucedió con Terra Nova (dada de baja), cuya chapucería fue advertida en esta página. Decíamos, Abrams vuelve a reincidir en la televisión con una serie que emitirá la NBC a partir del lunes 17 de septiembre próximo (en su país de origen, al menos) y se llama Revolution, su guionista será Jon Favreau, escritor y actor de Iron Man. En Revolution, al igual que en el final de Escape de Los Ángeles (John Carpenter, 1996), se esfuma la electricidad y el mundo queda inmerso en la sociedad del siglo XVIII, aunque una milicia que comanda Giancarlo Esposito (el señor Fring, de Breaking Bad) busca una suerte de pendrive que podría restaurar la energía. Hay peleas con espadas, ballestas, cabalgatas y ciudades hundidas en la espesura del bosque, como un Game of Thrones pero post-algo (a nosotros nos parece que post-Lost: en el tráiler también hay un avión que se cae e incluso actúa Elizabeth Mitchell, la desabrida pareja de Sawyer, que viene de la infeliz reedición de V, Invasión extraterrestre, pero aguardemos a septiembre).

Los demonios las prefieren bonitas

Otro actor de Lost, Terry O’Queen, el insuperable John Locke –quien apareció también en los últimos dos episodios de la segunda temporada de Falling Skies–, es uno de los protagonistas de 666 Park Avenue (y ya sabemos que esos tres números del principio no auguran nada bueno), que produce la Warner y emite ABC (siempre allá, ¿no?). Una pareja que circula en un Volvo familiar de los 80 (un detalle de cierto ambiente cultivado que prefiere cierto gusto europeo) se muda a un lujosísimo edificio antiguo de Manhattan: todo bien, hay tipos grandes muy cool, gente piola, voyeurs y rubias despampanantes que se desvisten frente a una ventana abierta. Y todo esto acaso sucede porque, sí, hay que decirlo: el edificio está poseído por fuerzas demoníacas, que a todo esto parecen ser las indicadas para exhibir a Mercedes Masöhn y Rachel Taylor. La serie fue creada y producida por David Wilcox, a quien le atribuyen episodios memorables de Fringe (que en septiembre también lanza su quinta y última temporada), Law and Order y la versión estadounidense de Life on Mars, entre otros méritos.

lunes, 20 de agosto de 2012

la edad dorada


Como escribió Novalis, "donde hay niños hay una edad dorada".
Este lunes pasado, cuando nos detuvimos en la plaza de Monteagudo y Vélez Sarsfield a usar los subibajas y a sacar la foto, volvíamos del Club Editorial Río Paraná, a unos metros, donde el sábado último presentó Lila su Vikinga Criolla. El club estaba cerrado y la idea era averiguar si Eugenia, la diva de la foto, podía hacer algún curso de encuadernación o fabricación de libros... en realidad, de manufactura de los libros que ella misma hace, como Una vida de hada en los Juegos Olímpicos, su última creación (con los debidos permiso acaso acceda a darnos un adelanto).

Lila, el sábado 18, al presentar su libro.

setenta por ciento


En un año (la cancelación de la tarjeta de la foto es de fines de julio de 2011) el boleto de colectivo aumentó más del 70% en Rosario, de $ 1,90 que costaba entonces pasó a costar $ 2,70 y, en caso de tener que introducir las monedas que nadie consigue, se fue a $ 3,25. La tarjeta, a todo esto, apareció en uno de los bolsillos de mis sacos de invierno que acaso pronto vuelva a guardar. Quién sabe cuando lo rescate de su guarda el año que viene, si Dios quiere, qué nueva sorpresas porcentuales habrá de depararme. 
132 pesos en monedas, suficiente para 40 viajes y chirolas.

en la cima







Esta tarde fui a saludar a mi amigo Luis a la Plataforma Lavardén, que conocí en algunos detalles deslumbrantes. Me quedé fascinado con esas puertas de ropero en el primer piso: todas dan a espacios hermosos pero, sobre todo, todas son un espacio maravilloso para que los niños multipliquen sus juegos.
La terraza, en cambio, es un espacio adulto que se ofrece al visitante como una geografía propia y prestada a la vez: la perspectiva se invierte ahí y ya no es lo que la ciudad ofrece, sino cómo se nos ofrece la ciudad.