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viernes, 15 de junio de 2012

deseo de justicia


Hasta el 19 de junio del año pasado, cuando la cadena HBO emitió Fire and Blood, el último episodio de la primera temporada de la exitosísima serie Game of Thrones, la ficción televisiva norteamericana se manejaba en el terreno de la “representación”. Las cosas, se tratara de una aventura disparatada en el reino de Muy Muy Lejano o de los conflictos de una pareja gay para adoptar un bebé en Los Ángeles, nos eran presentadas en una segunda instancia en la que contemplábamos el presente, la historia y los modos de ver, de apreciar, estas cuestiones (por eso, las cosas son re-presentadas: presentadas de nuevo). Pero entonces esa noche, en ese episodio, el recién coronado rey Joffrey Lannister lleva a su futura esposa (el matrimonio se acordó cuando los padres de los dos vivían y aún eran amigos), Sansa Stark, a observar las cabezas de los decapitados, puestas en una pica. Entre esas cabezas está la de Robert Stark (Sean Ben), padre de Sansa, ajusticiado el capítulo anterior. Joffrey, que es perverso, maligno y cobarde, le muestra a la joven las cabezas como si estuviera en una galería de arte: allá la de Robert, y acá la de un fulano de la familia, y allá la de una dama con una toca blanca en la frente y un manto ensangrentado. Y más allá, de medio perfil y pelo largo, ¡la cabeza del ex presidente George W. Bush! Esto, que apenas pudo verse durante la emisión del programa, se constató cuando salieron los devedés de la primera temporada y abandona el terreno de la “representación” para constituir, lisa y llanamente, una “presentación”: ahí entre esas picas de los ejecutados tras la caída de un rey, alguien puso en juego su deseo y creyó en hacer un guiño a la justicia, la de este lado de la pantalla.
Con la posibilidad del devedé de avanzar cuadro por cuadro y pausar el episodio, imaginad que los republicanos tomaron nota del asunto, dejaron de solazarse con sus lecturas de la biblia Giddeon y los videos de la prisión de Abu Ghraib y, como señala Sean O’Neal en AVClub, saltaron a los gritos con que HBO (el canal que produce y emite la serie) apoya el “Hail Barack Obama” y llamaron a boicotear la tira, como es el caso de Craig Eaton, presidente del partido en Brooklyn, quien se apuró a decir que no ve el programa.
Claro que desde HBO, desde David Benioff y D.B. Weiss (creadores de la serie) hasta los ejecutivos del canal, de inmediato lanzaron disculpas por todos los medios. Los productores dijeron que las cabezas se compran por lotes en una casa de prótesis, y que ni siquiera las revisaron, y que acaso se haya colado entre las picas de los decapitados debido a lo populares que son las máscaras del ex presidente. También dijeron que no, que cómo se les ocurre, que no hay nada político en una serie que trata sobre reyes y reinos perdidos en el tiempo y el espacio, sobre sangrientas luchas de poder, sobre líderes cobardes e invasiones incesantes.
La serie, el canal o los comités de censura pueden retirar ahora los devedés de Game of Thrones de las bateas (por cierto, está desde mucho antes en la web), pero por siempre tendremos desde ahora esa estampita.





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