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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 28 de diciembre de 2010

«los de somisa»

Mientras escribía San Nicolás de la frontera, me fasciné con el grupo Los de Somisa, en Facebook, donde hay unas maravillosas fotos históricas de la creación y la vida en el barrio Somisa entre fines de los 50 y la actualidad, con paseos desgarradores por los 70 y los 80. Entonces le escribí a Gerardo Demarco, hermano de mi amigo Fernando, para inquirir por estas cuestiones que siempre viví como de prestado. Gerardo es un caso particular de ingeniero-gerente. Subió precisamente a ese grupo de Facebook unas fotos geniales de su padre y otros fundadores de Somisa, y le escribí preguntándole por estas cuestiones que, de algún modo, abordaba en mi librito.
Su respuesta fueron las líneas que reproduzco y, creo, merecerían un libro aparte.



Escribe Gerardo Demarco:
Hay tres o cuatro libros que cuentan historias, no todos los leí. Uno de “Paquita” Morales que es la historia del barrio, otro del club, de Zeta, otro de (Ricardo Darío) Primo acerca de Somisa y uno de una amiga del Chino que es más abarcativo de San Nicolás y muestra la tensión barrio-ciudad. Habría que leerlos para no repetir y para precisar algunas cosas no exactas.
Mi enfoque tiene que ver con el enmarcamiento social, histórico y psicológico de las historias personales. ¿Por qué el “fenómeno Somisa” como símbolo y qué es lo que toda esta gente en Facebook añora? ¿Cuál es la “pérdida”?
Sintetizo groseramente: Somisa es el símbolo del Modernismo, el progreso indefinido, la sociedad del bienestar, la movilidad social, la construcción de una nación; Somisa fue para la generación de nuestros padres la materialización del Sentido.
La generación de nuestros padres fue la única (como tal) que tuvo estabilidad laboral. No la tuvieron sus padres ni sus hijos. La diferencia entre sus padres y sus hijos es la fe en el futuro.
Tengo como interesante las fotos del viaje de egresado de mi viejo, donde se ve un país construyendo una nación, la nota de ingreso a Somisa y el acuerdo de “desvinculación”. Todo un símbolo de lo que vino.
SIDERAR (la actual empresa que opera en la planta de la ex Somisa), por el contrario, ya no es un símbolo de nada, es sólo una pieza azarosa de la PostModerindad (o de la Hipermodernidad si querés). SIDERAR es una fábrica más, podría ser de juguetes o de caramelos, daría igual. Nadie piensa que esté haciendo algo importante, sólo están cobrando un salario. Roca sólo está ganando plata y el estado sólo está recaudando impuestos. Estos son nuestro tiempos: sin la fe en el progreso indefinido, en un mundo diverso, fragmentado, más tolerante y menos trágico, pero más incierto y más complejo.
En mi humildísima opinión, tenemos tres momentos de confusión que deben ser reelaborados para que no nos pase como en la película El secreto de sus ojos (tener mil pasados y ningún futuro):

a) La transición de la economía del bienestar al neoliberalismo durante los 80. Causa y consecuencia a la vez. Nosotros vivimos el gobierno militar y eso nos hizo entrar a los 80 pensando que la culpa se podía personalizar en Videla o Martínez de Hoz. Eliminados Videla y José Alfredo vendrían los tiempos de bonanza.

b) La transición sin red del Menemismo: más allá de la estrategia del desprestigio del estado está cómo de un lado los somiseros se trataron de aferrar al pasado o de embriagarse con las indemnizaciones, mientras el “centro” [de San Nicolás] festejaba el fin de “los privilegios”, y luego abandonaba al barrio y ni le cortaban el pasto.
En esta transición está el desplome psicológico de los mayores, que habían vivido creyendo que estaban construyendo una nación, que se habían ido “al campo” a realizar su sacrificio personal dejando la vida cómoda de la capital, y que de un día para el otro pasaron a ser los “ineficientes que malgastaban los recursos de todos”. Todo remitía al General Savio —más importante que San Martín—, y de pronto había sido el peor de los canallas de una banda de delincuentes forajidos apropiándose de un botín. Ese daño psicológico no tuvo reparación en esos (hoy) ancianos o muertos. Tengo una hermosa “Oda a un alto horno” para representar ese estado psicológico. No sé quien la escribió, pero allí está.

c) Y finalmente nosotros, todavía en medio de un tsunami que no entendemos.
Alguna vez leí un libro de Hilda Sábato que se refería a que la historia siempre es subjetiva y que el historiador debe rescatar los elementos del pasado que le interesan para hacer una interpretación que proyecta al futuro.
En definitiva, la historia de Somisa es la de una generación que fue educada por sus padres en la idea del progreso, que dedicó su vida convencida a la construcción de ese progreso, que de pronto (sin anestesia) les dijeron que su pasado no había tenido sentido y que no tenían lugar en el futuro.
Y la nuestra (la de Siderar) es la de un mundo turbulento, incierto, sin “fe ciega” en el futuro, que será más diverso, más tolerante, más complejo, menos trágico.
Para atrás no se vuelve. La pregunta es qué hay para adelante. Yo no lo sé, así que si tenés la respuesta, ¡contame!

Las que siguen son imágenes tomadas del grupo Los de Somisa (Facebook) y pertenecen a distintos usuarios, entre ellos Gerardo Demarco, Fany Perelli, Gerardo De Sensi:















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